Usando anécdotas y objetos personales para activar los recuerdos y sueños de las personas, las instalaciones de Latifa Echakhch literalmente transforman la vida en un escenario de teatro suspendido.
Nació en Marruecos, pero actualmente vive entre París y Matigny, en Suiza, por lo que su obra cuenta con una perspectiva única del mundo.
Resulta importante de subrayar que en sus instalaciones a gran escala, Echakhch solo emplea materiales cotidianos para explorar temas tan variados (y complejos) que incluyen la migración, el conflicto y la memoria.
Gran parte de las obras de Latifa Echakhch abordan cuestiones de identidad e historia a nivel personal y colectivo, pues es un tema que realmente le apasiona debido a su propia historia.
Fall. Latifa Echakhch, 2020. Fuente: Latifa Echakhch Website
Esta talentosísima artista nació en 1974 en El Khnansa, Marruecos, y emigró a Francia con su familia cuando apenas tenía tres años.
Asistió a la École supérieure d'Art de Grenoble antes de graduarse de la Escuela Nacional de Arte Cergy-Pontoise y de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lyon en 1999 y 2002, respectivamente, pero siempre se supo diferente al resto de sus compañeros, así que decidió hurgar más al respecto.
Tras recibir el Premio Marcel Duchamp en 2013, Echakhch presentó la instalación L'air du temps (2014) en Espace 315, del Centro Pompidou.
La importancia de dicha obra radica en que, a partir de ese momento, Latifa Echakhch empezó a utilizar la experiencia de migración de su familia para explorar temas más complejos como la memoria e historia, los cuales son una fuente de inspiración inagotable.
L'air du temps – Prix Marcel Duchamp. Latifa Echakhch, 2013. Fuente: Ocula
La instalación, que se hizo mundialmente famosa, presenta una escena de formas de nubes recortadas y colgantes, suspendidas del techo y varios objetos sumergidos en tinta negra, incluida una maleta, cajas de discos dejadas por su padre en Marruecos y un frasco de perfume lleno de tinta.
Los visitantes se pueden mover por el escenario descubriendo los objetos, que están incrustados con asociaciones tanto personales como históricas.
Al permitir el libre movimiento entre sus componentes, la instalación se asemeja a un paisaje de ensueño, lo que permite a los espectadores viajar entre el pasado, el presente y el futuro.
Hasta el día de hoy, Latifa Echakhch, con giros inesperados propios de cada obra, sigue explorando historias de migración y memoria colectiva a través de sus siempre poéticas instalaciones.