La amistad que forjaron las pintoras Leonora Carrington y Remedios Varo a lo largo de casi toda su vida dio como frutos una maravillosa complicidad y un surrealista universo lleno de magia.
Se conocieron en 1936 en París en la órbita del surrealista y ya desde entonces sus vidas coincidían en múltiples aspectos: estaban unidas sentimentalmente a figuras consagradas de dicho movimiento como Benjamin Péret y Max Ernst, además de que ambas compartían una gran pasión por pintar y escribir.
No obstante, fue durante su exilio en México, a partir de la década de 1940, cuando ambas mujeres construyeron un universo creativo común y se hicieron amigas íntimas.
Juntas desarrollaron proyectos para el teatro y también se embarcaron en la realización de experimentos alquímicos.
Esta mujeres, a través de su imaginación y empuje, crearon un universo en el que los temas místicos ocupan un lugar especial. Compartían interés por la alquimia, el tarot y la Cábala.
Espíritus libres que se hallaron en el camino para romper convencionalismos sociales y dar rienda suelta a su imaginación a través de sus tan icónicas obras de arte.
Las dos se negaron a convertirse en musas de reconocidos artistas para crear su propio arte. Una se convirtió en la fuente de inspiración de la otra sin importar que entre ellas hubiera una diferencia de edad de 9 años, siendo Remedios la mayor.
De aquella fuerza y poder nacieron diferentes estilos y obras. Entre las dos mujeres se estableció una complicidad especial y un sinfín de afinidades: se veían a diario y, durante un cierto tiempo, incluso llegaron a vivir en la misma casa.
Los resultados de esta amistad resultan palpables, pues entre ambas desarrollaron un vocabulario artístico común que procedía de la esfera doméstica, los cuentos de hadas y el mundo de los sueños.
Incluso la relación era tan intensa que Carrington llegó a colarse en los sueños de Remedios, lo que quedó consignado en Cartas, sueños y otros textos, libro que recoge la obra literaria de Varo.
“Estoy lavando una gatita rubia en el lavabo de algún hotel, pero no es cierto, parece más bien que es Leonora, que lleva un abrigo amplio y que necesita ser lavado. La rocío con un poco de agua de jabón y sigo lavando la gatita, pero muy perpleja y turbada, porque no estoy segura de a quién estoy bañando.
“Alguien, alguna de las dos, me dice que el señor Gamboa se acaba de ir a Bruselas y que antes de salir me ha enviado un telegrama certificado, ordenándome pintar en color tórtola la fachada de su casa”, se lee en el texto.
Dos grandes artistas siendo ellas, auténticas, cultivando lo más valioso: una gran e inigualable amistad.
Les encantaba contarse chistes y pasaban mucho tiempo en la cocina imaginando recetas llenas de encanto y misterio. Poco lo saben, pero este ámbito les resultaba tan atractivo como estar frente a un lienzo en blanco para dar rienda suelta a sus universos.
Sin lugar a dudas la intensa y bellísima relación entre Leonora Carrington y Remedios Varo es uno de los mejores testimonios de amistad femenina que han pasado a la historia.