En el panorama artístico del siglo XIX, la rivalidad y amistad entre Édouard Manet y Edgar Degas se erigió como uno de los episodios más fascinantes de la historia del arte. Estos dos genios de la vanguardia francesa, si bien tuvieron diferencias estilísticas y estéticas, mantuvieron una relación cercana y en ocasiones tumultuosa que influyó en su desarrollo artístico y en la evolución del arte moderno.
Manet y Degas se conocieron en la década de 1860, cuando ambos compartían el deseo de romper con las convenciones académicas y explorar nuevas formas de representación. A pesar de sus distintos enfoques artísticos, compartían un amor por la pintura y la búsqueda de una expresión individual.
Mientras Manet se destacaba por su audacia y provocación, Degas se inclinaba hacia el realismo y la representación de la vida urbana.
La rivalidad entre los dos artistas se hizo evidente en varias exposiciones y salones de arte, donde se encontraban compitiendo por la atención y el reconocimiento de críticos y coleccionistas. Manet, conocido por su naturaleza impetuosa, solía provocar a Degas con comentarios sarcásticos sobre su obra, mientras que Degas no dudaba en criticar las audaces pinceladas de Manet y su enfoque más libre.
'La ciruela' (1877), de Manet, y 'Mujeres en un café' (1877), de Degas. Foto: El País
Sin embargo, a pesar de estas tensiones, Manet y Degas forjaron una amistad duradera. Se admiraban mutuamente y compartían su pasión por el arte y las discusiones profundas sobre la estética. Se encontraban con frecuencia en cafés y estudios, intercambiando ideas y compartiendo sus descubrimientos. Incluso colaboraron en proyectos, como la organización de exposiciones conjuntas y la defensa de los impresionistas frente a la hostilidad de la crítica conservadora.
La influencia de esta amistad se puede apreciar en la evolución de sus respectivas obras. Manet adoptó algunas técnicas realistas que Degas dominaba, mientras que Degas experimentó con la pincelada suelta y el uso del color característico de Manet. Ambos artistas, en sus propias búsquedas individuales, se nutrieron de las ideas y la energía del otro, influyendo en la transformación del arte de su tiempo.
A medida que el tiempo pasaba, la rivalidad se desvaneció y la amistad prevaleció. Manet y Degas reconocieron la importancia de su relación y se apoyaron mutuamente en momentos difíciles. La muerte de Manet en 1883 marcó un profundo golpe para Degas, quien consideraba a su amigo como una de las figuras más relevantes de su generación.
La rivalidad y amistad entre Manet y Degas dejó una huella indeleble en la historia del arte. Su ejemplo nos recuerda que la competencia y la colaboración pueden coexistir, y que la amistad entre artistas puede ser un motor para la creatividad y la innovación. Hoy, sus obras maestras continúan cautivando a audiencias de todo el mundo, testimoniando la grandeza de su legado y la importancia de las relaciones en el mundo del arte.