Edgar Degas, uno de los más célebres artistas impresionistas, estaba obsesionado con la ópera y el ballet de París, lo que se puede apreciar en su obra pictórica y escultórica.
Durante décadas este genio impresionista observó a las principales bailarinas y cantantes, y escudriñó a las jóvenes integrantes del cuerpo de ballet.
Lo anterior se puede observar fácilmente ya que cerca de la mitad de su obra pictórica plasma a la Ópera de París, la cual aún es tanto una ópera como una compañía de danza.
Para ejemplo un botón. Resulta que en tan solo en 1885, Edgar Degas fue 55 veces a la que en aquel momento era la nueva casa de ópera Palais Garnier.
Debido a esto vio una ópera al menos 37 veces ya que le obsesionaban las bailarinas haciendo sus grandes movimientos y el cómo estas se preparaban para las funciones.
A fines del siglo XIX en París, la ópera era un espectáculo social que la convertía en un tema ideal para un pintor de la vida moderna.
Debido a esto, Degas acudía tanto como le era posible. Este artista, nacido un 19 de julio de 1834, lo observaba todo en la Ópera de París: tanto lo que pasaba en el escenario como en el público y luego plasmaba todo esto en sus creaciones.
Degas brindaba a veces una vista nítida desde los palcos hacia la cabeza de las bailarinas, otras veces una mirada de lo que los artistas veían desde el escenario o simplemente vistazos de todo aquellos que ocurría tras bambalinas.
La parte compleja de este tema, lo más oscuro, se encuentra en las bailarinas por todo lo que implicaba.
En esta época más de la mitad de las recién inscritas en la Ópera de París no tenían padre. Las madres de estas jóvenes artistas solían ser lavanderas o conserjes, así que la mayoría de las chicas que llegaban a la Ópera de París estaban mal alimentadas y necesitaban de esta disciplina para sobrevivir.
Cuando las jóvenes eran reclutadas, las maestras de ballet las sometían a duras rutinas para estirar sus cuerpos y brindarles la estética que necesitaban tener, además de darles nueva forma a sus pies en cajas especialmente talladas.
Tanto en el escenario, como en los cuadros de Degas, las chicas en sus tutús se veían angelicales, pero para los fanáticos de la Ópera, estas bailarinas, mejor conocidas como las ”ratitas”, estaban listas para ser explotadas sexualmente.
En las imágenes de Degas, los más asiduos a la Ópera de París, hombres mayores, rondan entre bastidores pues estaban a la caza de estas inocentes jóvenes.
Si cuentas con tiempo podrías hacer un ejercicio y observar varios de los cuadros que creó Degas. En ellos las bellas y delicadas bailarinas lucen más como una posesión que como artistas.
El artista impresionista, que nunca se casó y tampoco dejó constancia de ninguna amante, capturó la esencia de chicas trabajadoras, atando sus zapatillas, desplomadas en una esquina, rara vez elegantes y siempre siendo observadas.
Sus famosos cuadros de bailarinas, aquellos por los que tan famoso se hizo, muestran básicamente a la Ópera de París desde el lado más oscuro, como un hermoso y sofisticado escenario de depredación.