El talento de la artista Josephine Nivison Hopper (1883-1968) se vio opacado en el momento que se casó con Edward Hopper, pintor estadounidense conocido por sus retratos de la soledad en la vida estadounidense contemporánea.
Nacida en Manhattan, Jo se graduó com profesora y también estudió artes, profesión que nunca abandonó de lleno.
Su carrera comenzó cuando tenía 16 años, sus dibujos se publicaron en el New York Tribune, Evening Post y Chicago Herald Examiner, además, sus obras se exhibieron junto a las de artistas de renombre como Man Ray, Picasso y Amedeo Modigliani.
La personalidad artística de Josephine se centró en óleos coloridos fauvistas.
Sin embargo, al conocer a quien se convertiría en su esposo, la historia artística de Josephine Nivison daría un vuelco negativo.
Tras encontrarse por primera vez en la década de 1910, su relación comenzaría hasta 1923, en un retiro artístico en Massachusetts.
La historia entre Josephine Nivison y Hopper quedó documentada en los diarios de la pintora estadounidense, mismos que ahora pertenecen a Gail Levin, historiador de arte.
Dichos escritos revelan la complicada relación entre ambos artistas, disputas e incluso violencia física de ambas partes reinaron en esta relación.
La situación precaria en la que se desenvolvían tampoco abonaba a la salud moral de la pareja.
La exitosa carrera de Edward dejó a Josephine relegada en el papel de “musa” de su esposo, dedicando su tiempo a posar para convertirse en el personaje principal de sus obras.
Edward siguió el ejemplo de Jo y comenzó a pintar acuarelas, también exploró temas que ella ya había tratado con anterioridad, como la acuarela Shacks.
Jo también ayudaba a Edward a nombrar algunas de sus obras cuando él no encontraba la inspiración para dar con los títulos ideales.
Así es como Hopper se apoderó de los colores y y temas de su esposa y logró convertirse en un artista exitoso.
Jo también revela en sus diarios que Edward nunca la apoyó como artista e incluso describió sus habilidades como “de poco talento agradable”.
Sin embargo, ninguno de estos incidentes fue lo suficientemente fuerte como para dar por terminada la relación, fue sólo hasta 1967 cuando Hopper murió, que Josephine puso fin a esta relación.
La estadounidense donó todo su trabajo y el de su esposo al Museo Whitney de Arte Americano. La institución se deshizo de la mayoría de las pinturas de ésta y desde 1968 no ha exhibido nada de ella.