Dicen que los ojos son la ventana del alma; Modigliani lo sabía
La vida de Amadeo Clemente Modigliani fue tormentosa en distintos sentidos. Sin embargo, eso lo impulsó para realizar sublimes obras de arte.
Nació el 12 de julio de 1884 en Livorno, Italia.
A los 14 años padeció de tifus, enfermedad que mermaría su salud por largo tiempo.
Durante su juventud se mudó a París y entabló amistad con Picasso, Rivera o Braque.
Quienes lo conocieron aseguraban que era tímido, pero también encantador.
Conquistaba a las mujeres sin mucho esfuerzo, una de sus relaciones más serias fue con la escritora inglesa Beatrice Hastings.
Modi, como era conocido entre sus cercanos, incursionó en la pintura y escultura, pero no gozó de mayor reconocimiento en vida.
Su situación económica era precaria y pronto descubrió en el alcohol y las drogas su válvula de escape.
Esto lo llevaría a depresiones recurrentes y al alcoholismo.
Jeanne Hébuterne, pintora francesa, musa y modelo del italiano fue la mujer más importante para él.
Con ella tendría a su única hija Jeanne Modigliani quien escribiría el libro titulado Modigliani. Hombre y mito.
El italiano falleció a los 36 años de meningitis tuberculosa, pero su obra quedaría por siempre.
Tras la muerte de Modigliani, Jeanne en el noveno mes de su segundo embarazo saltó de un quinto piso en París. Dejó huérfana a su hija de tan solo 14 meses.
Es así como finalizaría la historia de amor de una de las parejas más entrañables para el arte.
Hasta después de 10 años se decidió que los restos de ambos estuvieran juntos.
Los ojos para Modigliani
Sus retratos se caracterizaban por tener un cuello y cara alargados. Así como la sencillez en cuanto a líneas y pulcritud de sus piezas.
Otro de sus sellos eran los desnudos que gritaban sensualidad y que en su momento fueron sumamente escandalosos.
Pintaba a sus amantes, amigos y personajes anónimos. Poco a poco se volvió más refinado y apegado a su estilo.
Una de las leyendas que ronda la figura de Modigliani es que consideraba que solo cuando conocía el alma de sus modelos, pintaba sus ojos.
Incluso aseguran que esto le llegó a decir a Hébuterne.
En muchas de sus entregas no pintaba las pupilas o el iris.
Eran personajes ausentes con cuencas almendradas que miraban hacia adentro.
Los estudiosos comentan que hay una cierta distancia entre la obra y el espectador, otros hablan de una introspección y finalmente está la versión de que cada persona debe dar su interpretación.
Sin embargo, cuando le ponía ojos a sus protagonistas los cuadros saltaban y vibraban de una forma extraordinaria.
Finalmente, no se puede negar que fue uno de los mayores artistas que existió.