Diego Rivera, José Clemente Orozco y Alfaro Siqueiros son los nombres que siempre han dominado el muralismo mexicano, pero eso no quiere decir que sean los únicos participantes.
Es importante conocer lo que hicieron los contemporáneos de estos tres grandes artistas para así poder comprender mejor los problemas del muralismo en México, especialmente en la década de 1930, cuando la escena se abrió a un número creciente de participantes, incluyendo algunos extranjeros y unas pocas mujeres.
En aquella época muchas mujeres jugaron papeles destacados como inspiradoras o promotoras del llamado Renacimiento Mexicano, pero hasta ahora no se sabe a ciencia cierta la razón por la que las mujeres jugaron un papel mínimo como muralistas en dicho periodo.
Desafortunadamente, pocas personas conocen la experiencia de Isabel Villaseñor como muralista cuando asistió a Alfredo Zalce en 1930, lo que resulta lamentable.

Portrait of Isabel Villaseñor, 1930. Fuente: Phillips
Su vida fue corta (solo vivió 44 años), pero llena de logros artísticos debido a que obtuvo gran fama como ilustradora y grabadora.
La originaria de Guadalajara nació el 18 de mayo de 1909 y su formación artística comenzó exactamente 19 años después, en el Centro Popular de Pintura Santiago Rebull, que dirigía Gabriel Fernández Ledesma, quien se convertiría en su esposo.
Isabel Villaseñor, cuyo trabajo contiene una carga cultural dominada por la tradición y delatora de las actitudes del machismo mexicano, es considerada una de las primeras mujeres muralistas mexicanas.
La mayor parte de sus temas abordan las labores domésticas atribuidas a la mujer y la actitud materna. En su trabajo es visible la influencia del Taller de la Gráfica Popular.
Villaseñor también incursionó en el ámbito literario llevando a cabo libretos para ballet y teatro, así como narrativa, por lo que que fue una excepcional artista multidisciplinaria.
