António Dacosta fue un artista verdaderamente eminente, que se convirtió en pionero del movimiento surrealista en Portugal.
A lo largo de toda su vida, sus obras fueron muy respetadas y aclamadas por numerosos críticos de arte.
António Dacosta nació en la Isla Terceira en las Azores, provenía de una familia de artesanos acostumbrados al trabajo y al ingenio de la mano con un padre carpintero y profesor de carpintería en la Escuela Comercial e Industrial de Angra y un abuelo tallador que trabajaba en la muchas iglesias de la isla.
Siendo aún adolescente, comenzó a pintar al óleo paisajes de su tierra, señal de una vocación artística que le llevó a abandonar las Islas en 1935, instalándose en Lisboa donde asistió a la Escuela de Bellas Artes, manteniendo la matrícula hasta 1941 pero sin terminar nunca la carrera.
Tras graduarse con mucho esfuerzo y aval de sus maestros, entró en el panorama artístico portugués en 1940, donde coinicidió con António Pedro y Pamela Boden, gracias a una pequeña exposición que tuvieron en Lisboa, dos artistas que influenciaron profundamente su obra.
En esta exposición, António ya mostraba una fuerte tendencia surrealista en sus primeros trabajos y constituía una opción estética diametralmente opuesta a la oficial de la nacionalista y festiva, y de este modo, el artista introdujo en el círculo de la pintura portuguesa la posible combinación entre un estado onírico surrealista y una particular interpretación de los mitos de las islas de su origen, el archipiélago de las Azores.
Pocos años después, muchas de sus pinturas surrealistas fueron destruidas por un incendio en 1944 en el estudio donde trabajaba, por lo que, a lo largo de la década de 1940, Dacosta escribió críticas de arte para periódicos portugueses y también ilustró libros para varios autores portugueses contemporáneos para mantenerse.
El artista se trasladó a Francia en 1947, cuando el gobierno francés le concedió una beca para pasar un año en París, y por primera vez en su vida, estuvo en contacto directo con obras maestras originales, así como con obras de arte de pintores internacionales contemporáneos.
Durante la segunda mitad de la década de 1940, logró convertirse en una figura central para los jóvenes del Grupo Surrealista de Lisboa.
Durante la posguerra, el artista comenzó a dudar de la importancia de su propia obra, y poco a poco, dejó de pintar, pero todavía en 1948, envió dos de sus cuadros a la Muestra del Grupo Surrealista de Lisboa, lo que lo mantuvo vigente y considerados un maestro de la época.
Al mismo tiempo, Dacosta trabajó como crítico de arte y corresponsal de varios periódicos, tal es el caso de O Estado de São Paulo, Acção y el Diário Popular.
Entre 1947 y 1949 el artista António Dacosta comenzó a producir pinturas abstractas, dando el salto que lo llevó a establecerse aún más como una figura importante de la escena.
En 1975, después de un paréntesis de 25 años, Dacosta volvió oficialmente a la pintura. Su anterior surrealismo desapareció y se le asoció con un estilo completamente nuevo, utilizando imágenes pagano-religiosas de su infancia en las Azores.
En 1983, una exposición individual en la Galeria 111 de Lisboa reveló sus obras de arte recientes, todas vendidas a colecciones públicas y privadas. Este éxito animó a Dacosta a crear más obras de arte.
Posteriormente, el artista realizó exposiciones en Galeria Zen, Porto, en 1984; en la Bienal de 1985, en São Paulo, Brasil, en 1985; para la Fundación Calouste Gulbenkian, de París, el Centro de Arte Moderna de Lisboa y muchos más.
El artista murió el 2 de diciembre de 1990, en París, Francia.