Un grupo de trabajadores de la construcción se postra para tomar el lunch en una viga de acero, a 50 metros de altura. Esa foto es ya un clásico en la cultura popular de todo el mundo. El resultado del trabajo de esos obreros, así como la escena de su recreo, definitivamente encierran asombro y admiración ante tal hazaña. Los rascacielos, que maravillaron en el siglo pasado no pasaron inadvertidos para una de las artistas abstractas modernas más conocidas: Georgia O’Keeffe, quien los tomó como inspiración, al igual que los alcatraces y lo álamos.
¿Qué hay detrás de estas metáforas en la imaginación de la artista? Hay quienes han tratado de desvelar ese misterio. Hoy, en conmemoración del 37 aniversario luctuoso de la artista, te presentamos algunas aproximaciones a esas historias.
De 1925 a 1929, O’Keeffe pintó una serie de paisajes urbanos que los críticos ahora consideran entre los más satisfactorios, pictóricos y memorables de su obra. A Street, de 1926, es una de las obras más imponentes de esa serie. Con una precisión lineal y un contraste tonal que recuerda a la fotografía, O'Keeffe enfatizó la exacta geometría de Nueva York y sus imponentes edificios que alcanzaban a tocar el cielo.
La fascinación de O'Keeffe por los rascacielos comenzó en 1924, cuando –junto a su esposo, el fotógrafo y galerista Alfred Stieglitz– se mudó al piso 30 de un edificio de apartamentos en el centro de Manhattan. Ella se sintió atraída tanto por las vistas del horizonte como por la sensación de descanso que ofrecen los rascacielos, alejados del bullicio, encerrados en una burbuja dentro de la ciudad.
A Street, 1926. Georgia O’Keeffe. Foto: Sotheby's
“Hoy la ciudad es algo más grande, grandioso y complejo que nunca antes en la historia”, dijo O’Keeffe en una entrevista de 1928. “Hay un significado en su fuerte y cálido agarre que todos estamos tratando de comprender. Y nada se gana huyendo. No lo haría si pudiera".
En cuanto a naturaleza, Georgia O'Keeffe pintó lirios y amapolas, pero podría decirse que –como Diego Rivera– encontró una motivación particular en los alcatraces. Calla Lilies on Red, de 1928, es un llamativo estudio del color y la forma, ejemplo de su estética inimitable. Aunque ella lo negó, las interpretaciones freudianas eran particularmente desenfrenadas para composiciones entusiastas como esta, y muchos especularon sobre sus símbolos sexuales. De los artistas que tomaron ese referente en la época. Sin duda es una de las principales exponentes. Nueva York, podría decirse, conoció los alcatraces por O’Keeffe.
Cottonwood Tree in Spring, 1943. Georgia O’Keeffe. Foto: Sotheby's
Ella comenzó a explorar el tema de los árboles en una serie de acuarelas de 1918 y volvió al tema durante el tiempo que pasó en el lago George, en la década de 1920. Su fascinación por los colores y las formas de los álamos plumosos que son nativos del suroeste de Estados Unidos progresó de forma natural a partir de su trabajo anterior. El compromiso de O'Keeffe con el álamo representa una transición que se aleja de las formas circulares y las imágenes florales que le dieron renombre. Al igual que el maestro de la pintura al aire libre, Claude Monet, O'Keeffe siempre utilizó el mundo natural como base para su lenguaje visual único.