Si bien durante la década de 1980 el hip-hop se había establecido firmemente como una fuerza cultural y comercialmente viable, esos años los pasó principalmente como una preocupación clandestina, pero para 1990, todo eso cambió.
Y es que podría decirse que para cuando entró la nueva década, la de los 90, el género no solo alcanzó su punto máximo, sino que, por primera vez, sus artistas se convirtieron en superestrellas por derecho propio, yendo de los suburbios a lo más alto de la fama, en la cima del montón, una posición elevada desde la que nunca ha vuelto a mirar hacia atrás.
Sin embargo, como en muchos otros casos de tendencias e innovaciones, el éxito vino acompañado de una especie de crisis.
Con el camino marcado gracias a grupos de gangsta rap como NWA, oriundos de Los Ángeles, cuyo álbum debut de 1988, Straight Outta Compton, detallaba la violencia callejera con un estilo explícito e intransigente, el hip-hop creció empatado de críticas y boicots efectivos contra los artistas más agresivos del género.
No obstante, a través de disqueras como Death Row Records y The DOC, el sonido no solo perduró, sino evolucionó y revolucionó su estilo de producción, creando sub-géneros como el G-Funk, una astuta mezcla de bajos profundos, ritmos endeudados con el P-Funk y voces conmovedoras que suavizaron los bordes irregulares del gangsta rap, haciendo formatos más accesibles para que las estaciones de radio las pudieran reproducir.
Para mediados de la década, era evidente que las tornamesas estaban comenzando a cambiar comercialmente, y los álbumes que se forjaron en lo profundo del corazón urbano finalmente estaba llegando a los dormitorios de la juventud suburbana. De esta manera, quienes se habían presentado como raperos saltaron al colectivo social como celebridades, y nombres como Ice Cube y Dr. Dre forjaron su propia carrera en solitario que definiría el innegable surgimiento del hip-hop.
Hacia 1996, el gangsta rap dejó de ser una exclusividad de la costa oeste y empezó a crecer en las grandes urbes como Nueva York y Chicago, donde surgieron disqueras, pandillas y formaciones arraigadas en el sentimiento de la música, y aunque luchaban por competir comercialmente, el hip-hop de la escena estaba lejos de estar estancada.
Con estas nuevas plazas, la cultura creció a la par del sonido la llegada de Wu-Tang Clan, Nas, Notorious BIG, Snoop Dogg, Sean Combs, entre tantos otros, que hicieron visibles a otros notables talentos de la época como Michael Jackson. Aunque también, mientras más grande el triunfo, más se cobró con la segregación racial, el prejuicio colectivo y la discriminación siempre tan latente en los Estados Unidos, especialmente en los años posteriores a sus conflictos bélicos.
La notoriedad de personajes como 2Pac era no solo un constante recordatorio de lo exitoso que fue el hip-hop durante los 90, sino de lo rentables que eran sus artistas. Su lanzamiento de 1995, Me Against The World, mientras aún estaba en prisión, alcanzó el número uno en las listas de Billboard, mientras que al año siguiente lanzó All Eyez On Me, confirmando su estatus de como una de las voces más singulares del género, así como una de las más exitosas, alcanzando nuevamente el número 1 y moviendo 566 mil copias en su primera semana.
Para la muerte de 2Pac el 7 de septiembre de 1996, aquellos que refutaban el éxito del sonido y pensaban que el género iría a decaer se llevaron una importante sorpresa al ver que el género no detuvo su marcha triunfal, pero aunque el álbum Life After Death de Biggie Smalls se convirtió en el álbum de hip-hop más vendido de todos los tiempos.
Ante esto, el género se vio obligado a hacer un serio examen de conciencia. Sean P.Diddy Combs fue el primero en señalar el camino hacia una forma de arte menos antagónica.
Más tarde ese año, ya nombrado Puff Daddy, lanzó dos singles benéficos en memoria de su amigo asesinado. Le siguió una carrera en solitario cargada de éxitos, intereses empresariales y la relación de alto perfil con Jennifer Lopez, que por más banal que pareciera, le dio un nuevo aire al género, aunque no para el gusto de todos, pero comprobándolo como uno de los sonidos más resilientes de la música.
Hacia 1998, esta nueva fama estaba presagiando una nueva generación de estrellas del rap, y nombres como Jay Z, que tuvieron una más amplia aunque moderada relación con estaciones de radio, llegando incluso al mercado del pop.
Hubo un último cambio sísmico más en el género antes de que terminara la década, y quizá uno de los más importantes, ya que Dr. Dre, quien, en 1996, había abandonado Death Row para establecer su nueva empresa, Aftermath Entertainment, firmó con un rapero de Detroit poco conocido, Eminem, cuyo triunfo establecería al hip-hop de los 90 como el punto de dominio global de la música, una fuerza todavía vigente y palpable.