El japonés Daisuke Inoue fue nombrado en 1999 por la revista TIME como uno de los “asiáticos más influyentes del siglo”. Sin embargo, su vida ha transcurrido al margen de la fama, a la que saltó solo en Asia.
Y es que a principios de la década de 1970, Inoue ideó un dispositivo que se las ingenió para trascender generaciones: la máquina de karaoke, el dispositivo de canto asistido descrito como “una forma completamente nueva para que las personas aprendan a tolerarse entre sí”.
Daisuke nació cerca de Kobe, una ciudad conocida por su exquisita carne un poco al sur de Osaka, y comenzó su carrera como un hiki-katari, uno de los músicos que respaldan a los Salaryman (ejecutivos japoneses de bajo rango que dedican toda su vida a una misma empresa) que frecuentaban bares especializados en el canto.
El invento de Daisuke, la máquina 8 Juke. Fuente: The appendix
Inoue era baterista en una banda, pero pronto se hizo de un nombre debido a sus extraordinarias habilidades, el "Dr. Sing-along", ya que, más que otros conjuntos, él y sus acompañantes se involucraban intensamente con los ejecutivos tomados, animándolos a cantar y a festejar, creciendo el ambiente del lugar como en ningún otro lugar.
Pronto, la demanda del doctor era tan grande que, cuando un cliente habitual le pidió que lo respaldara durante un viaje de negocios, Inoue no pudo asistir, grabó una cinta que ayudó al hombre a seguir divirtiéndose en su viaje, convirtiéndose en una sensación que no tardaría en juntar una fuerte demanda.
De esta manera, Inoue comenzó a pensar que esta idea podría tener un atractivo generalizado. Así que desarrolló una máquina llamada 8 Juke, básicamente una Jukebox invertida, que sin saberlo, era la primera máquina de karaoke.
“Por lo general, en nuestras vidas, vemos las estrellas a través de los medios. Todos nosotros queremos ser estrellas nosotros mismos. Con un micrófono en la mano, tú puedes ser una estrella”, dice el hombre que inventó la primera máquina de karaoke, Daisuke Inoue.
Cuando Daisuke creó los primeros Juke 8, un cuñado le sugirió que obtuviera una patente, pero en ese momento no pensaba que fuera más que una forma de ganar un poco de dinero rápido. No obstante, con el paso de los años, el triunfo era brutal y la solicitud rebasaba al mismo inventor.
Habiendo ensamblado su invento a partir de componentes listos para usar, no creía que hubiera nada patentable al respecto y, sin que él lo supiera, al menos un dispositivo similar ya se había construido en otras partes de Japón. Pronto, con cada día que pasaba, las llamadas eran cada vez menos, por lo que se quedó sin dinero y sin patente.
A pesar del duro golpe, y de que el mismo creador dice que el karaoke no hubiera crecido como lo hizo si él lo hubiera llevado a cabo, lo que Inoue inventó fue “el paquete total de hardware y software personalizado que permitió que el karaoke pasara de ser una moda local a un enorme negocio global”.
La duda de si la patente de Inoue habría llegado a tener los efectos profundos en las vidas de fantasía de los japoneses y occidentales como lo hizo al final el karaoke permanecerá para siempre en misterio, pero nada puede ya quitarle al japonés el mérito de crear una máquina que puso a cantar al mundo, ya que fue la Universidad de Harvard en 2004 que dio a Daisuke el Premio Ig Nobel de la Paz que reconoce desarrollos particularmente extraños y ridículos en ciencia, tecnología y cultura, por "inventar el karaoke, brindando así una forma completamente nueva para que las personas aprendan a tolerarse entre sí".
Hoy día, el Karaoke es conocido en todo el mundo, aunque Inoue nunca afirmó haber inventado el nombre como tal. Lo que es seguro es que el karaoke es una de las mayores historias de éxito de Japón. Se estima que el mercado mundial de karaoke tiene un valor de casi $10 mil millones de dólares.