Jorge Luis Borges es uno de esos pocos escritores que, literalmente, puede leerse en casi todos los idiomas del mundo.
El que puede ser considerado como el escritor argentino más grande del siglo XX nunca quiso llamar la atención debido a que odiaba la idea de ser famoso.
Lo anterior resulta sumamente curioso, pues hasta el día de hoy sigue sorprendiendo al mundo de la literatura de formas insospechadas.
Como su mayor anhelo era pasar desapercibido, por extraño que suene de ahí que decidiera siempre vestir igual, con la misma corbata y el mismo traje.
Pero tal es el interés de sus lectores que, hasta ahora, se siguen estudiando sus textos y analizando a profundidad cada faceta de su vida y es precisamente ahí en donde hay una que pocos conocen y que es que fue un extraordinario escritor de historietas.
Resulta que entre agosto de 1933 y octubre de 1934, el suplemento literario del diario argentino Crítica, desaparecido hace ya muchas décadas atrás, publicaba diariamente en su contraportada la historieta Peloponeso y Jazmín, cuyos guiones fueron escritos por el mismísimo Borges.
Original del estadounidense Vincent T. Hamlin, la tira, cuyo título en inglés era Alley Oap, fue libremente traducida por Jorge Luis Borges, quien utilizó a sus personajes, un hombre prehistórico, su dinosaurio y su eterno enemigo, un rey, para transformar sus constantes luchas en cautivantes batallas literarias.
Borges, junto al escritor Ulyses Petit de Murat, dirigió ese suplemento, aunque en años posteriores atenuó la importancia de su participación en la edición.
La importancia de dichos textos para Página 12, periódico considerado como intelectual de centro izquierda, es que mostró habilidades poco conocidas de Borges y cómo su gran creatividad llevó a otro nivel a esta historieta.
Peloponeso y Jazmín sufrían un frecuente divorcio entre su imagen y el guión de la historieta, prueba de la libertad con que Borges contaba en aquel momento pues cambiaba los textos originales para adaptarlos a su necesidad de llevar a un formato popular los debates literarios más intensos de la época.
Las sátiras de este argentino en Peloponeso y Jazmín fueron feroces y varios sus frentes de ataque. Básicamente los diálogos funcionaban como un pretexto para situar los debates de los intelectuales argentinos a comienzos de la década de 1930, convirtiendo así la historieta en un verdadero campo de batalla literario.