En un deslumbrante despliegue de la obra pictórica de la escultora francoamericana Louise Bourgeois, el Museo Belvedere de Viena se convierte en el epicentro europeo de su universo creativo. Por primera vez en el continente, una retrospectiva de gran envergadura se erige como homenaje a una de las figuras más influyentes en la escultura del siglo XX, cuyas monumentales arañas de bronce han marcado la entrada de templos artísticos como el Tate Modern de Londres y el Guggenheim de Bilbao.
Bajo el título "Antagonismo persistente", la exhibición sumerge a los visitantes en el viaje visual de Bourgeois, desde sus inicios en París en 1911 hasta su última obra en 2008, "Cell (The Last Climb)". La muestra revela una faceta menos conocida pero igualmente impactante: sus pinturas al óleo, que sirvieron como cimientos de su imaginario visual y expresaron formas esenciales y demonios personales a lo largo de siete décadas.
El recorrido visual se inicia con las obras creadas entre 1938 y 1949, un periodo en el que Bourgeois, a pesar de su proximidad a los surrealistas y expresionistas abstractos, mantuvo su enfoque predominantemente figurativo y poco convencional. La relación entre su trabajo en lienzos y la génesis de sus icónicas arañas se presenta de manera magistral, ofreciendo una visión única de su proceso creativo.
La narrativa de la exposición se enriquece con la historia personal de Bourgeois, nacida en París un día de Navidad de 1911 y casada a los 26 años con el destacado crítico de arte Robert Goldwater. Su mudanza a Nueva York marcó un cambio crucial en su carrera, llevándola a explorar la pintura como medio para exorcizar sus ansiedades.
Femme Maison. Louise Bourgeois. Foto: El País
La muestra revela el misterio detrás de la transición de Bourgeois de la pintura a la escultura, según lo explica Jerry Gorovoy, confidente y asistente personal.
"Abandonó el óleo sobre lienzo, pero nunca dejó de dibujar y hacer grabados", subraya Gorovoy. La escultura, con su naturaleza física y la capacidad de dominar el espacio, se convirtió en el lienzo tridimensional donde Bourgeois plasmó sus emociones.
Uno de los puntos culminantes de la exhibición es "Fillette" (1968), una provocadora escultura de un falo de yeso y látex que Bourgeois tituló con ironía como "niña" en francés. Esta obra, junto con sus protestas contra la limitada presencia de artistas mujeres en exhibiciones de renombre en la década de 1970, demuestra su enfoque valiente y desafiante hacia las estructuras patriarcales y los estereotipos de género.
La retrospectiva no solo ilumina la obra visual de Bourgeois, sino que también destaca sus complejidades personales y su papel como precursora en la reflexión sobre el papel de las mujeres en el arte y la sociedad. Su afirmación de que "si hubiera sido feliz, no creo que hubiera sido artista" resuena como un eco de su resistencia y determinación a lo largo de una vida que se extendió hasta los 98 años.
La exhibición, cuidadosamente curada por Sabine Fellner y Johanna Hofer, brinda a los visitantes la oportunidad única de sumergirse en el universo emocional y vanguardista de Louise Bourgeois, una artista que desafió etiquetas, rompió barreras y dejó una marca indeleble en la historia del arte del siglo XX.