De la mano de la botánica, Anna Atkins logró su primer acercamiento con el arte hasta convertirse en la primera mujer fotógrafa del mundo.
Pese a la marginación que en esa época vivían las mujeres, Anna logró incursionar en la botánica y ser respetada en ese ámbito de hombres, gracias a que su padre le abrió las puertas.
Atkins aprendió de William Henry Fox Talbot el desarrollo de la fotografía y de Sir John Herschel el proceso de la cianotipia, procedimiento fotográfico monocromo, que consigue una copia negativa del original en azul de Prusia.
Usando estos dos procedimientos es como la artista nacida en Tonbridge, Reino Unido, editó en 1843 el primer libro de fotografías titulado “Photographs of British Algae”.
A través de este libro, Anna Atkins logró capturar para la posteridad su amor profundo por las plantas.
Anna fue una excelente dibujante y pese a la perfección de sus obras sentía que no lograba captar con exactitud los detalles de flores y plantas, de ahí que buscara nuevas formas para poder capturar la esencia de las mismas.
Algas, helechos, flores y diversas especies de plantas colocadas sobre papeles tratados con sales de hierro fueron catalogados científicamente, gracias a la afición ferviente de esta brillante botánica.
Los fotogramas y el libro de Atkins dieron paso a un método nuevo de ilustración y documentación científica.
Los logros obtenidos por esta talentosa artista no eran comunes en aquella época porque las disciplinas científicas eran exclusivas para los hombres.
Artistas como Man Ray y Moholy-Nagy encontraron inspiración pura en la obra de Atkins.
Su trabajo fue el primer acercamiento real de utilizar la fotografía como medio de reproducción de imágenes con sentido científico.
Dentro de su basto legado artístico también figuran 250 grabados que han sido publicados en revistas de ciencia y arte.