Jeff Beck fue un apasionado de la guitarra que creó un estilo propio cuando irrumpió en la escena del rock británico a principios de la década de 1960, y evolucionó y se basó en él una y otra vez hasta su última grabación oficial: el 18 de julio de 2022, que fue una colaboración con su gran amigo Johnny Depp.
Su tono, presencia, y sobre todo volumen, redefinieron la música guitarrística de su tiempo y de los años por venir, influyendo en movimientos variados como el heavy metal, el jazz-rock e incluso el punk, pero, al final de todo, eso suena superficial.
La trayectoria profesional de Beck está bien documentada en los libros de historia del rock, la prensa musical y en todas las redes sociales, pero lo que realmente deja a uno perplejo tras de su muerte, en búsqueda de un adjetivo justo y correcto para todo lo que hizo, es la forma en la que varios de sus colegas y compañeros guitarristas describieron, comparando su forma de tocar en términos pictóricos, considerándolo como alternativamente el Salvador Dalí y Pablo Picasso del instrumento más famoso del mundo.
Eso no es una declaración capaz de tomarse a la ligera.
De hecho, estas son buenas comparaciones, ya que se podría decir que el estilo de Beck fue, en esencia, una fusión del cubismo, una corriente que creaba ideas tridimensionales en un espacio bidimensional, y el dadaísmo, un precursor vanguardista del movimiento surrealista en el que los elementos lógicos y tradicionales de la creación artística la intención se volteó literalmente sobre sus cabezas.
Lo innegable y claro ante ello, es que nos dejó un artista total.
Nacido como Geoffrey Arnold Beck en Wallington, al sur de Londres, el músico se enamoró del Rock and Roll cuando era niño y construyó su primera guitarra cuando era adolescente.
Jeff saltó a la fama por primera vez como parte de los Yardbirds, reemplazando a Eric Clapton e incorporando a Jimmy Page, el aclamado guitarrista de Led Zeppelin, antes de formar The Jeff Beck Group a lado de Rod Stewart, otro de sus grandes camaradas.
El talentoso guitarrista se volvió imperdible al poco tiempo de su debut gracias a sus notas y la forma en la discutía acordes como nadie, dejando su huella inicial antes de expandirse por completo y a todo el mundo y a todos los géneros.
Con álbumes como Blow by Blow y Wired, de mediados de la década de 1970 y que vendieron millones, Jeff fusionó los principios más refinados del rock con el funk y el punk, dando vida a un género en sí mismo que muchos llaman Beckism, lo que a su vez dio forma a la plantilla para artistas de todos los ámbitos de la vida musical en los años venideros.
Poseía en su núcleo un tono que era melódico pero directo, brillante, urgente y vanguardista, pero dulce y llevadero al mismo tiempo.
Se notaba que era un músico serio y que no se contuvo para nada al momento de componer y reflejar fuerza con su instrumento.
Cuando se le pidió describir su estilo de tocar en 2009, él dijo: "Toco de la manera que lo hago porque me permite crear los sonidos más enfermizos posibles. Ese es el punto ahora, no me importan las reglas, de hecho, si no rompo las reglas al menos 10 veces en cada canción, entonces no estoy haciendo mi trabajo correctamente". Y con eso, quizá él se encargó sólo de explicar de la mejor manera su método y su forma.
Tanto fue su legado que Jeff fue incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll dos veces, en 1992 como miembro de los Yardbirds y luego como solista en 2009.
Al final de todo, y en una especie de resumen, su legado radica en el equilibrio entre la fluidez y la agresividad de su forma de tocar, una brillantez técnica igualada solo por su amor por la disonancia ensordecedora.
"Es como si estuviera diciendo, 'Soy Jeff Beck, estoy aquí y no me pueden ignorar'", escribió Mike Campbell de los Heartbreakers en un ensayo para Rolling Stone's Greatest Guitar Players of All Time, donde Beck fue colocado séptimo.
"Seguía mejorando con el paso del tiempo", recordó una vez Jimmy Page de Led Zeppelin. "Y nos deja a nosotros, simples mortales".
Jeff Beck, el guitarrista innovador de primer orden, falleció en su Inglaterra natal el pasado 10 de enero a los 78 años, tras una breve enfermedad, y será extrañado como un artista total del instrumento, uno que navegó a través de su legado de forma discreta pero siempre apasionado por las seis cuerdas. Es seguro que su escuela se escuchará a través de tantos y varios otros por venir, quizá aunque ni ellos mismos lo sepan.