La peculiarísima historia de vida de la artista japonesa Yayoi Kusama solo podía verse relacionada amorosamente con la biografía de otro artista igualmente barroco y sui géneris: Joseph Cornell, creador de collages tan particulares, como la historia de amor entre ambos.
Yayoi Kusama (Tokio, 1929) sufrió alucinaciones producto de sus trastorno obsesivo compulsivo y traumas asociados con los efectos al término de la Segunda Guerra Mundial. Ella tenía apenas 16 años cuando las bombas atómicas estallaron en Hiroshima y Nagasaki. Esas alucinaciones la llevaron a ser recluida en un hospital para enfermos mentales, a fin de poder canalizar la neurosis en la que vivía. Pese a la experiencia, logró usar esa parte de su vida para desarrollar su arte.
En 1960, Kusama –ignorando su precaria situación financiera y su paupérrimo inglés– se mudó a Nueva York, arropada por Georgia O'Keefe, a quien le escribió una carta diciéndole que quería probar suerte en la Gran Manzana. Ahí, se involucró rápidamente en el mundo del arte pop y el activismo cultural y político. Experimentó en la pintura, la escultura, el collage, el cine, la actuación y el diseño de moda. Formó parte de la comunidad artística que formaron Andy Warhol, Donald Judd, Claes Oldenburg y la propia O'Keefe.
Fue promotora del paradigma del amor libre y realizó varios eventos de desnudos; sus protestas contra la Guerra de Vietnam, cargadas de alto contenido sexual, le valieron notoriedad en América y denuestos en Japón. Paradójicamente, se mantuvo alejada de las prácticas sexuales, por la resistencia subconsciente que le generaba recordar la vida de infidelidad de su padre.
Yayoi Kusama y Joseph Cornell, 1971. Foto: Art21
Kusama, creadora de esas esquizofrénicas piezas que simulan una red infinita a gran escala o los lunares de colores acompañados de espejos encontrados, se encumbró en Nueva York. Ahí, donde conoció a un hombre taciturno y solitario, que vivía con su madre y hacía también collage y pintura: Joseph Cornell. De inmediato, se engancharon, aunque en una relación virtual y plátonica.
Flechado por Kusama, Cornell llenó su buzón con cartas y collages, hasta que se fueron haciendo más cercanos poco a poco. A menudo, pasaban el día dibujándose desnudos. Pese al rechazo de la madre de Cornell y a la resistencia a sostener una vida sexual activa de Kusama, ambos inadaptados visionarios permanecieron juntos hasta la muerte de él, en 1972.
Tras la muerte de Cornell, Kusama –profundamente afectada por ello– regresó a Japón en 1973. Inundada por sus alucinaciones y agobiada por el duelo y una profunda depresión, cuatro años más tarde se auto recluyó en el Hospital Seiwa, un instituto para personas con enfermedades mentales, donde ha pasado más de cuatro décadas. Se sabe que Kusama ha contado que tuvo una epifanía: solo la reclusión en un instituto como ese le ayudaría a dar rienda suelta a la creación de su obra, y así salvar su vida.
Retrato de Yayoi hecho por Joseph Cornell. Foto: HuffPost