Por: Nancy Mookiena / AURORA
La calle nos habla todo el tiempo: es un lienzo que contiene infinidad de mensajes, la expresión y el reflejo de un tiempo y su sociedad. Por su parte, el grafiti y el arte urbano tienen un lenguaje propio, libre, creativo e ilimitado.
Se puede decir que la forma más primitiva del grafiti es el “tag”, la firma que identifica al writer o autor entre los que pueden descifrarla. Se presenta como una marca insistente para que aunque no todos la “lean”, sí la reconozcan. Es la base de una cultura que recuerda el origen de la misma; hacerse presente y decir “yo estuve aquí”, yo llegué primero.
Tag. Foto: Nancy Mookiena
La firma ha persistido como una forma rápida y fluida que deja huella, pero sobre todo un estilo. Las vemos marcadas sobre los vidrios del transporte público, con plumones en las paradas de autobuses o con aerosol sobre bardas, puestos de periódicos y cualquier otra superficie. Un código libre que expresa identidad y destreza, el disfrute de la ciudad y la ilegalidad.
Intervenir el espacio público requiere de cierta velocidad, entre más rápido, menor será el riesgo de “sorpresas” y quejas. De ahí que algunos mensajes se decidan elaborar previamente como stickers o pegatinas; ya sean dibujados, pintados a mano o impresos sobre papel adhesivo, la idea es pegarlos en cualquier superficie que lo permita.
Los stickers parecen multiplicarse, empieza uno y pronto llegan más y más, como una suerte de epidemia y un recuerdo de que el espacio está vivo y en constante transformación; los empalman, desaparecen y sustituyen. Otras veces, se organiza pegar en un mismo espacio, logrando manchas gráficas que se apropian de la calle, creando y recreando identidad.
Sticker. Foto: Nancy Mookiena
Otra técnica muy utilizada en el lenguaje de la calle, es el esténcil o plantilla: un molde con alguna frase o dibujo recortado que queda estampado en la superficie al aplicar el aerosol sobre la plantilla. Suele ser de uno o dos colores, si lo que se busca es rapidez en la ejecución, o con mayor plan y tiempo llega a tener múltiples capas para obtener detalles de brillos y sombras.
Al paisaje urbano se suma el grafiti, palabras o caracteres que expresan ideas, preocupaciones, malestares y protestas, gritos o susurros que nos recuerdan los sentires y las luchas comunes. Una fórmula matemática, una flor, un cuerpo, el esbozo de un rostro que fue pintado de manera fugaz y nos dice: “todo va estar bien”, “no estás sola” o “a(r)mate mujer”, comentarios y reflexiones que nos hacen colocar ahí la mirada.
Ya sea para pronunciarse personalmente o para compartir y debatir en colectivo, los mensajes (expresados a través del grafiti y arte urbano), están ahí; en una parada de autobús o cruzando la calle, sólo hace falta un poco de atención para escucharlos y entrar en la conversación.
Pinta. Foto: Nancy Mookiena