La reflexión que expone el trabajo de Pablo Llana, el joven artista mexicano nacido en Tijuana en 1980, ha trascendido su propósito estético y logrado mantener su objetivo más allá de su vida utilitaria.
Desde su graduación del Programa de Profesionalización Artística para Artistas Visuales (PROPAVIS) impartido en el Centro de Humanidades de Baja California, con el apoyo del CONACULTA, Pablo ha ido encontrando inspiración en el ideal de que la apariencia puede tener mayor relevancia que lo que llevamos dentro.
Cuando se graduó, y consciente del mundo capitalista que nos rodea, abandonó la forma convencional de pintar en 2010 y comenzó a emplear envoltorios de comida chatarra reciclados, provistos por la comunidad de Tijuana. En ellos, curiosamente, encontró que su vocación, haciendo de texturas, colores y formas el resultado del modelado de envoltorios de comida chatarra que pertenecen al consumo diario de familias mexicanas y estadounidenses, perfecto para expresar su mensaje y llevar adelante su lucha contra el consumismo.
De esta manera, Pablo ha definido una especie de revisión del tiempo en que vivimos y de la naturaleza del hombre que logran las obras, al final, también una invitación a la observación del detalle, ya que se realzan como lienzos palpables y universos inmersos que tensan con su textura.
Desde su encuentro con esta evolución del lenguaje pop, una que hace uso del arte figurativo en términos de protesta social, Llana ha participado en más de 50 exposiciones colectivas locales e internacionales, construyendo una identidad a través del consumo, exhibiendo colectivamente e individualmente dentro y fuera de México, desde Ciudad de México, Oaxaca y Monterrey, hasta Estados Unidos, Italia y Alemania.
Actualmente, dada su amplia aceptación entre el público, el artista forma parte de la colección del museo CECUT (Centro Cultural Tijuana) de su ciudad natal Tijuana, territorio fronterizo con Estados Unidos y motivación importante en su obra.
Su trabajo plástico, uno que intenta una forma curiosa para comunicarse con el mundo a través de su ironía implícita, define una reflexión constante sobre la alimentación en el siglo XXI a través de una onda indudablemente pop, pero con inteligencia y picardía renueva la comunicación y el mensaje de cuál es el impacto que tiene la globalización en nuestros patrones de consumo diario.
Lo suyo no es un simple desafío a la producción comercial o una crítica a la forma en que se propone, sino un ataque directo a los efectos sociales realizados a través de las marcas.
De acuerdo al mismo artista, él declara con respecto a su obra:
Vivimos en una sociedad en la que todo se consume. Es una sociedad llena de superficialidad ya que no podemos llenar un vacío por mucho que compremos. Destaco este aspecto utilizando plástico, un material que es artificial y totalmente integrado en el contenido de los productos, sin tener absolutamente ningún valor nutricional.
Entre sus exposiciones individuales más recientes se encuentran: Eye Candy Articulo 123, en la Ciudad de México; Muestra retrospectiva Transformación en el Museo Gurza, de Durango; Sweet Death en la Galería Art Virus LTD de Frankfurt, Alemania, y Oaxaca desde Acá en el Museo Textil de Oaxaca, así como Yo código comunidad, en el Museo Centro Cultural de Tijuana.