Hay modas que no llegan a convertirse en clásicos. Pero sin duda, un clásico nunca, nunca, pasa de moda. Así ocurre con los gadgets de audio. Cada vez son más los audiófilos que buscan los discos de vinilo, los tornamesas con agujas de diamante que recuperan el sonido de gis rayando la superficie del acetato. De bocinas en sistemas cuadrafónicos.
Hoy llega el turno al bisabuelo de los smartphones con plataformas de música on demand: los reproductores de cintas magnetofónicas portátiles… o mejor conocidos para la ochentera Generación X como Walkman, una marca registrada de la japonesa Sony, sobre la cual, el diseñador M MAO se inspiró para reversionar un nuevo sistema para traerlo desde las garras de la nostalgia con un dispositivo nuevo.
Los Walkman fueron la tercera generación de dispositivos con música precargada para reproducción individual y portátil, en la historia de la música, según nuestra propia taxonomía tecnológica-musical. Son los nietos del organillo –invención alemana que con activar una manivela, reproduce una serie de piezas musicales, a partir del girar de un rollo de papel perforado que activa el instrumento nota por nota– e hijos de las cajas musicales (que funcionaban con el mismo dispositivo que el organillo), como las que tenían los joyeros o las bailarinas de porcelana.
Para la década de los 80 del siglo pasado, Sony creó un dispositivo que podía llevarse a la cintura, para reproducir en audífonos de diadema audio-cassettes con tu música favorita. Después vendría el Discman (reproductor portátil de CD’s), el iPod (o los reproductores de música digitalizada en formatos MP3 o MP4) hasta llegar a los smartphones que nos permiten oír Spotify.
Y ahora, creado para encarnar la nueva estética de Walkman, M MAO lanza un rediseño del antiguo Sony TC-510-2 que es una bofetada de sensualidad. Aunque el diseño de la grabadora de cinta analógica sigue siendo fundamentalmente el mismo, todo el dispositivo recibe un nuevo tratamiento estético, con una combinación de colores de soldado de asalto y un toque de detalles en naranja más una combinación de colores negro y dorado inspirada en Walkman que provoca absolutamente una respiración pesada.
Creada como una exploración de CMF de la grabadora de cinta de carrete a carrete original Sony TC-510-2 de 1978, esta versión moderna hace que lo retro sea súper genial al limpiar su diseño y pulirlo alrededor de los bordes. El original tenía un aspecto innegablemente futurista incluso para los estándares actuales, pero tomó algunas direcciones de diseño que lo mantuvieron en el pasado.
Para empezar, todas las perillas y diales tenían un acabado de metal cepillado, mientras que el dispositivo en sí era bronceado en la parte superior, negro en el frente, con ese toque de naranja en el botón de pausa. El diseñador, M MAO, limpia el dispositivo al darle dos combinaciones de colores distintas: una con una estética funky y la otra con una energía audiófila más seria.
Una al lado de la otra, las variantes en blanco y negro tienen atractivos completamente diferentes. Ambos son absolutamente deliciosos a la vista, pero la variante blanca y naranja captura un ambiente juvenil inspirado en la ingeniería adolescente. La variante negra y fría se siente mucho más lujosa y refinada.
El dorado crea el contraste de clase justo contra el negro, mientras que el naranja grita fuerte contra el blanco de una manera que es mucho más rock and roll.
La Sony TC-510-2 era una grabadora de cinta estéreo portátil de carrete a carrete de finales de los 70, que también se vio en la serie de suspenso psicológico Mindhunter de Netflix. Diseñado para funcionar con una batería de 12 V o un adaptador AC-26, la grabadora puede grabar los canales izquierdo y derecho (puede ver las entradas de micrófono L y R en la esquina inferior izquierda de la imagen de arriba).
La grabadora era una alternativa viable para profesionales o semiprofesionales que necesitaban un reproductor estéreo portátil de alta calidad.
El cuerpo negro y los acentos dorados-latón se hacen aún más llamativos gracias a la carcasa transparente y los portacarretes esmerilados.
En fin: ha llegado un viejo-nuevo conocido, un gadget más que suma al marketing de la muy vendible nostalgia que nos recuerda que, lo verdaderamente clásico, nunca pasa de moda.