Teatros, museos (como el Van Gogh) y salas de conciertos en los Países Bajos ofrecieron servicios de peluquería y actividad física para protestar contra la medida que no permite que abran sus puertas para evitar la propagación de la variante Ómicron.
En total fueron alrededor de 70 recintos de este tipo los que se sumaron a la singular medida.
Para llevar a cabo esto en orden, cada lugar, desde Róterdam hasta La Haya, puso a la venta entradas para que los visitantes pudieran gozar en sus instalaciones de masajes, sesiones de belleza, clases de yoga y otras actividades deportivas.
El Museo Van Gogh, por ejemplo, convirtió una de sus salas en un espectacular salón de belleza, así que mientras las personas eran consentidas también admiraban de los bellos cuadros de este genio.
Para poder lograr esto, cuatro estilistas cortaron el pelo y pintaron uñas a sus clientes frente a los icónicos cuadros.
Lo anterior hizo que la experiencia de ir al salón de belleza tomara un nuevo significado ya que jamás había sido ni tan sofisticada ni bella.
Lo mismo pasó sobre el escenario del Concertgebouw, la sala de conciertos más importante de Ámsterdam, ya que mientras la orquesta interpretaba la Sinfonía n° 2 de Charles Iver personas eran embellecidas.
