Por más de 50 años, la diseñadora francesa Elizabeth Garouste ha creado muebles iconoclastas como este columpio que exuda personalidad y alegría.
Y además, tanto sus interiores, como sus muebles están llenos y ricos en capas y fantasía, volviéndose tan atractivos ahora como lo eran cuando llamó la atención de París por primera vez en la década de 1980.
Garouste nació en una familia judía en 1946, justo después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, y tenía una abuela que de cierta forma la intimidaba.
De niña, Elizabeth tenía un profundo miedo a los muebles y objetos de su casa, en el barrio parisino de Montparnasse.
“Siempre pensé que las cosas de la casa se movían furtivamente por sí mismas, que tenían sus propias almas”, dice en su francés nativo, " y transferí una especie de terror a todo”, reflexiona. “En realidad, es posible que haya decidido hacer muebles como una forma de domar esos elementos con los que crecí”.
Su objetivo principal para las piezas que ahora crea es dotar a cada una de una personalidad optimista, y eso es precisamente lo que ha logrado con el columpio.
En una época en la que a todo el mundo le vendría bien un poco de fantasía, eso es exactamente lo que ofrece la extraordinaria diseñadora francesa como parte de su segunda colección con Ralph Pucci en Nueva York.
Las piezas de Garouste exudan un espíritu caprichoso, pero sofisticado en una asombrosa variedad de técnicas y materiales.
Las formas artísticas de su trabajo obtienen un impulso de energía con combinaciones de colores audaces.
Colorido, amigable, y verdaderamente divertido, como toda su obra, este trabajo hecho de aluminio y tela, es un perfecto mueble para una casa, tanto que será disfrutada por adultos y niños por igual.
“Ella es verdaderamente original”, dice Pucci.
“El juego de formas, materiales y colores le da a toda la colección un aire poético”, agrega Elizabeth, quien cita inspiraciones tan diversas como la antigua Grecia y las acogedoras casas de campo inglesas.
Entre las obras que figuran en el resto de la colección del columpio, encontramos una lámpara de pie de hierro forjado dorado que emite un brillo etéreo gracias a una bombilla azul escarchada como una gema, candelabros de bronce en forma de máscaras de teatro surrealista con rostros contorsionados, y un llamativo armario de hierro patinado salpicado de discos de cerámica en alternancia.
Agregando aún más fantasía, se encuentra una silla giratoria a rayas con una forma curva exagerada que cuelga de cadenas de hierro forjado, además de un espejo dorado con recortes de amebas, una consola de tres patas adornada con máscaras que presenta una parte superior de piedra, y una credenza negra en forma de píldora con patas rojas como flagelos.