Ione Robinson fue una notable mujer y artista que se dio cuenta que lo que tenía que hacer para lograr su meta de adentrarse en el núcleo artístico de la época era relacionarse, dibujar y mostrarlo para que el mundo se enterara de lo que estaba ocurriendo en el mundo. En ese orden.
Robinson es una de esas mujeres de las que se ha escrito más sobre su vida que sobre su obra, y no porque esta sea intrascendente, ya que fue una pintora y fotógrafa estadounidense, culta, políglota, bella, viajera, que se relacionó tanto con los ambientes culturales como con los círculos de poder.
El tema es que Ione es tan fascinante como es misteriosa, tanto en vida como en obra, y no solo la primera mujer asistente en murales.
Además de su misterio, fue tan influyente en relaciones que su intelecto e influencia social empata su finísima peculiaridad artística, especialmente fotográfica y pictórica, que realizaba con finísimo detalle y una mirada sensible al mundo.
Ione nace en Portland, Oregón, el 3 de octubre de 1910; cursa estudios en el Otis Arts Institute y las prácticas en Los Angeles County Museum.
A sus 18 años viaja a París, Florencia y Nápoles y al año siguiente expone por primera vez sus dibujos en la Weyhe Gallery, de Nueva York, y aunque su anheló fue de ser muralista, nunca pudo ejercer.
No obstante, su fascinación por la pintura muralista la lleva en dos ocasiones a México, donde, con apenas 19 años, trabaja con Diego Rivera. Así lo demuestran dos de sus fotos publicadas más populares, en las que aparece con Diego delante de los murales del Palacio Nacional, sentados en unos andamios.
Durante su estancia, coincide con otros muralistas como Pablo O’Higgins y Alfaro Siqueiros, con el que volverá a coincidir en la guerra civil española, y quien realiza un retrato suyo que en la actualidad se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México.
Tiempo más adelante, reside en el domicilio de la fotógrafa Tina Modotti y en compañía constante de sus amigos fotógrafos Manuel y Lola Álvarez Bravo, que la retrataron en varias ocasiones. Es probable que de la convivencia entre ellos surgiera la afición de Ione por la fotografía.
Tras una disputa con Frida Kahlo por un supuesto amorío con Diego, se alejó de ellos y su círculo más cercano, pero siguió en México casi un año más, pintando algo, conociendo a gente interesante, bohemios, hacendados y turistas, como Eisenstein o Elie Faure, teniendo experiencias indigenistas y montando a caballo.
Divorciada y de nuevo en los Estados Unidos, volvió a casarse en la primavera de 1933, supo de la muerte de su madre y de su hermano, se enfadó con su marido, estuvo enferma una larga temporada, volvió al hogar, quedó embarazada, dio a luz, se divorció y volvió a la vida artística de Nueva York, implicándose en los proyectos para artistas de Rossevelt
Regresó a Nueva York en 1930 y volvió a casarse en la primavera de 1933, donde además se enteró de la muerte de su madre y de su hermano, un hecho del cual nunca se recuperó por completo.
Luego entró en contacto con José Clemente Orozco, quien posiblemente la conectó con Alma Reed, propietaria de Delphic Studios, donde tuvo la oportunidad de mostrar algunos de sus dibujos una vez más, desde luego, con enorme aceptación entre el público.
Entre ese y otros intentos, consiguió la beca John Simon Guggenheim, que le permitió a Robinson pasar otros diez meses en México, desde la primavera de 1931 hasta principios de 1932. En ese corto tiempo, ayudó a Victor Arnautoff en la ejecución de partes del mural del Palacio Nacional de Riveras, mientras que el propio Rivera trabajaba en California.
Durante esa estadía, conoció a Jean Charlot, otro de los primeros pioneros del muralismo en México.
En los años siguientes, Robinson profundizó su conocimiento principalmente del arte colonial mexicano viajando a varios lugares y estudiando mientras pintaba y daba vida a sus lienzos.
Hacia 1935, continuó con sus estudios que la llevaron a Barcelona, Nueva York y Paris nuevamente.
Robinson siguió relacionándose, en especial con el pintor español Luis Quintanilla, con quien también terminó en malos términos, y durante la Segunda Guerra Mundial trabajó para la OSS y fue ayudante del conde Sforza, un diplomático y político italiano.
No se sabe mucho más de su vida hasta el momento de su fallecimiento en París en 1989.