“Mi trabajo es mi cuerpo; mi cuerpo es mi trabajo” esta fue la dualidad definitoria en la obra y la mente de Helena Almeida.
Fue pintora, fotógrafa, performer y videoartista, pero no podía ser definida por ningún medio único.
A lo largo de su vida, usó elementos de cada uno en su trabajo alternativamente, encontrando nuevas y emocionantes intersecciones entre ellos.
Como explicó João Ribas en una entrevista para Jeau de Paume, Almeida “trabajó de muy diversas maneras en una variedad de medios casi confrontando los límites de cada uno y usándolos para superar los límites del otro”.
Helena estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Lisboa, donde tuvo lugar su primera exposición individual en 1967.
Si bien su trabajo a veces se describe como arte corporal, utiliza una variedad de medios, fotografías, actuaciones, dibujos y videos para cuestionar la naturaleza de la creación en sí misma, su carácter infinitesimal.
Sus primeros años de vida y carrera estuvieron marcados por la represión de la dictadura, pero también estuvieron marcados por una influencia artística, Lucio Fontana, cuyo trabajo vio en la Bienal de Venecia. Este momento cambió la forma en que veía el lienzo.
Fontana, el fundador del espacialismo, pintaba lienzos en colores sólidos y deliciosos y luego los abría, desafiando la bidimensionalidad inherente del lienzo, y eso marcó profundamente a Helena.
De este modo, la aclamada artista adoptó actitudes ambiguas, escenografía simple y accesorios pobres para la creación de su trabajo, contribuyendo a su vez a exhibiciones austeras y poéticas de la creación y el espacio intermedio.
La intensidad de las imágenes en blanco y negro que creaba, realzadas en ciertos puntos estratégicos, otorga a sus estudios un carácter clásico tomado de otra época.
Antes de realizar cualquier pieza, Almeida dibujaba. Usaba la línea de gestos con gran efecto, haciendo de su resultados una línea delicada que prueba formas y bordes.
Dibujar y esbozar eran para Almeida como “jugar”, actitud presente en los coloridos apuntes de sus estudios. Tan importante como la línea era el color, Almeida se horrorizaba ante cualquier comparación del azul que ella usaba con el de Yves Klein, ya que consideraba que “él aplastaba a las mujeres, lo que siempre me impactó” –, mientras lo suyo era una combinación de azul cobalto y azul ultramar.
Pionera del feminismo y del arte preformmático, Almeida se caracterizó por ser una de las primeras artistas en utilizar su propio cuerpo como objeto artístico, acusando principalmente los estigmas sociales impuestos al cuerpo femenino.
Sin duda, su muerte el 25 de septiembre de 2018 supone una pérdida para el panorama artístico internacional.
Con un legado de más de cien piezas, Helena Almeida se consolida ahora entre los grandes nombres de la historia del arte moderno y contemporáneo, alcanzando así el destino de quienes trascienden y habitan la memoria de la humanidad.