Treinta y dos piezas que se desplazan a lo largo y ancho de la tabla buscando al rey contrario. Los suyos lo defienden con lealtad y valentía. El sacrificio es vital para conseguir la victoria. El objetivo es el Jaque Mate.
Esto es el juego de ajedrez, uno que tiene una larga y en momentos subjetiva historia, aunque lo indebatible de ello es que a lo largo de sus casi mil 500 años de existencia, se ha vuelto uno de los pasatiempos más exclusivos, e incluso, un deporte intelectual que pone en juego grandes sumas de dinero.
De acuerdo al poema épico persa Shahnameh (“Libro de los reyes”), y a su autor, el poeta Fedrousí, el juego se inició durante el siglo VI a raíz de una disputa por el trono de Hind (India) entre los hermanos Gav y Talhand: el segundo murió en batalla, y su madre, disgustada al enterarse, recriminó a Gav la muerte de su hermano. Para probar su inocencia, recreó la batalla usando piezas de marfil que representaban las cuatro unidades de combate del ejército: la infantería, la caballería, los elefantes y los carros.
A esta práctica, se le llamó chaturanga, que significa “cuatro divisiones” en referencia a las cuatro piezas que simbolizan las unidades del ejército indio.
Una pintura que ilustraba la práctica del ajedrez en 1800. Fuente: World Chess Hall of Fame.
De alguna forma u otra, el juego fue evolucionando, y la versión moderna que disfrutamos hoy no se conoció hasta el siglo XVI, que recibe la distinción como el Siglo de las Colonias, donde jugó un papel de recreación, prestigio y élite en una sociedad convulsa por la lucha de tierras e intereses.
En estos años, entre 1501 y 1600, Fray Ruy López y Leonardo da Cutri, ante la atenta mirada de Felipe II, se alzaron como los primeros campeones mundiales de la historia.
Un tanto más tarde, en 1561, Ruy López de Segura, uno de los primeros campeones, considerado hasta hoy el padre de la moderna teoría del ajedrez, publicó su tratado "Libro de la invención liberal y arte del juego del Axedrez" en Alcalá de Henares, siendo así uno de los textos que mejor explica la importancia del factor tiempo en las jugadas, o bien, explicando que se debe desarrollar el juego y conseguir el objetivo en el menor número de jugadas posibles.
Hasta el siglo XVIII el ajedrez era el juego predilecto de la nobleza y la aristocracia, pero comienza a popularizarse hasta llegar a jugarse en cualquier ámbito, tanto en las universidades como en los cafés, lo que hizo que el juego comenzara a verse en más partes de la sociedad, incluso organizando los primeros grandes torneos donde se fueron desarrollando múltiples estilos de juego.
The Chess Players, de Sir John Lavery, 1929. Fuente: Tate Gallery.
Ajedrez para todos
La teoría del ajedrez avanzaba lentamente entre torneos y nuevas formas hasta el siglo XVIII, específicamente en 1749, cuando el francés Francois-Andre Philidor entró en escena con su libro titulado Analyse du jeu des Échecs, que cubrió algunas nuevas ideas además de la famosa defensa de Philidor, que explica que "Los peones son el alma del ajedrez", una que todavía se usa en la actualidad.
Con una idea que pareciera simple, el ajedrez se volvió una auténtica competición intelectual, acelerando su popularidad en todo el mundo y comenzando a incluir relojes, uniformes y normas.
Con la estandarización de los juegos de ajedrez y la introducción de los relojes, se instaló el equipo necesario para los partidos y torneos modernos.
En 1834, ya difundido popularmente entre la sociedad, se disputó lo que sería el primer reconocido campeonato internacional entre el británico Alexander McDonnel y el francés Louis-Charles de la Bourdonnais, que se erigió como campeón.
En 1849, Jaques of London (un fabricante de juegos y juguetes) introdujo un nuevo estilo de piezas creado por Nathaniel Cooke.
Estas mismas piezas fueron respaldadas por Howard Staunton, el jugador más fuerte de su tiempo, quien tomó la decisión de adoptar el diseño registrado una década antes por Cooke. Este nuevo estilo de piezas, conocido como patrón Staunton, se hizo instantáneamente popular y todavía se consideran el estándar para los juegos de ajedrez de torneo.
Las primeras reinas
Con estas modernizaciones en el juego, surgió el interés de diferentes sociedades, entre ellas las mujeres, que pretendían rescatar al ajedrez de la bruta filosofía machista que impera en nuestra sociedad, y que en aquel entonces, las tenía lejos del tablero.
A pesar de que para la segunda mitad del siglo XIX ya había clubes y torneos separados para cada sexo, el deporte tardó en volverse inclusivo, y no fue hasta el 23 de junio de 1897, en el Ladies Chess Club de Londres, que se disputó el primer torneo femenil en Londres, uno que celebraba el jubileo de la Reina Victoria de Inglaterra.
No obstante, a pesar de la apertura, esta práctica era un privilegio reservado únicamente para la nobleza y la burguesía.
La ganadora del torneo fue la jugadora inglesa Mary Rudge.
Asi quedaron las 7 primeras clasificadas:
El éxito y difusión del ajedrez entre las mujeres continuó, de forma que en 1860, una mujer jugadora de la alta burocracia, que firmaba con el simple seudónimo de “Una Dama”, publicó El ABC del ajedrez, un manual que popularizó mucho este juego entre las mujeres.
Con esta ola de popularidad, la Unión Soviética, que dominó el ajedrez competitivo durante las décadas por venir, promocionó una profesionalización de las jugadoras que pronto se extendió al resto del mundo, ya que 11 de las 18 mujeres campeonas del mundo de la época eran rusas o de algún país de la URSS, al igual que 12 de los 20 hombres campeones del mundo.
Estos esfuerzos vieron nacer el interés de nombres inmortales de la disciplina, como Vera Menchik, que nació en Rusia en 1906 y se fue a convertir en la segunda campeona mundial femenina oficialemente reconocida en la historia del ajedrez, inspirando inclusive al personaje de Beth Harmon en la serie The Queen's Gambit.
Fue tanto el talento de Menchik que fue invitada a varios torneos masculinos, donde derrotó al campeón mundial Max Euwe.
En los eventos femeninos de ajedrez, Menchik era una fuerza imparable y un objeto inamovible a su vez. Jugó en siete campeonatos mundiales femeninos y ganó 78 juegos de 83.
Su trágica muerte tras la explosión de un cohete alemán de 1944, seis años antes de que se creara el título de gran maestro, le negó la oportunidad de obtenerlo.
Menchik es recordada y condecorada cada dos años en la Olimpiada Femenina, donde la nación ganadora recibe la Copa Vera Menchik.
Partida de Ajedrez, de Sofonisba Anguissola, 1555. Fuente: Museo Nacional del Prado.
Otros nombres femeninos que se ha inmortalizado en el tablero son Ellen Gilbert, quien derrotó al jugador inglés, George Gossip, dos veces en un partido en 1879, anunciando jaque mate en 21 movimientos, y el de Judit Polgár, que en 1995, derrotó a cinco grandes maestros masculinos, incluidos los ex campeones del mundo Boris Spassky y Vasily Smyslov.
Pero, a pesar de las influencias de Ridge, Menchik y Gilbert, el tablero sigue alejado de las mujeres. Por ejemplo, en los Estados Unidos, solo alrededor de una séptima parte de los miembros de la federación nacional de ajedrez son mujeres.
De acuerdo al conteo de Chess.com en febrero de 2021, solo existen 37 jugadoras activas de mil 700 que han logrado el título más alto en ajedrez, el de gran maestro.