Abordar a Rembrandt Harmenszoon van Rijn, conocido únicamente como Rembrandt (1606-1669), es asomarse a un ventanal de inmensas dimensiones dentro de la historia del arte.
El artista, originario de Leiden, Países Bajos, es mayormente conocido por sus retratos, grabados y litografías realistas, en donde la manifestación de la condición humana es protagonista.
Asimismo, destacan sus representaciones bíblicas en donde combinaba pasajes históricos con su profundo conocimiento de la iconografía clásica.
Es considerado “uno de los grandes profetas de la civilización” por haber dotado de una magistral sensibilidad las expresiones de los personajes que habitan sus cuadros.
En sus primeros años estudió latín y, durante su juventud, fue alumno de los pintores Jacob Isaacsz van Swanenburg y Pieter Lastman a inicios de la década de 1620.
La primera obra que se le atribuye al grabador es La lapidación de San Esteban (1625), realizada un año antes de establecerse como pintor independiente y profesor en su ciudad natal.
Tras ser descubierto por el estadista Constantijn Huygens y haber recibido numerosos encargos de la corte de La Haya y del príncipe Frederik Hendrik, Rembrandt se mudó a Ámsterdam, la capital económica del país.
Ahí trabajó como retratista y su éxito fue tal que en los siguientes años se adhirió a la burguesía y a la sociedad de pintores de esa ciudad.
Paralelo a su bonanza económica y contínuo ascenso a la élite cultural de la denominada “edad de oro neerlandesa” –etapa cumbre de cultura, ciencia, comercio e influencia política–, la vida personal del autor de La ronda de noche, La novia judía y Banquete de Belsasar iba en dirección opuesta.
Junto a su esposa Saskia despidió a dos hijas y un hijo que fallecieron a escasos días de nacidos y, tiempo después, al año de que su hijo Titus van Rijn naciera, murió Saskia por tuberculosis.
Dichas experiencias dotaron de un particular tinte conmovedor el resto de sus obras, incluidas las imágenes del lecho de la muerte de su Saskia.
La documentación acerca de la vida del artista señala que las inversiones de Rembrandt comúnmente sobrepasaban sus ingresos, por lo que, pese a la popularidad y maestría, muchas veces se declaró en bancarrota y se vio orillado a vender gran parte de sus colecciones privadas y pinturas.
Hacia 1662, fuertemente afectado por la edad y la pobreza, Rembrandt recibió como último alumno a Aert de Gelder, reconocido pintor barroco holandés, y se mantuvo activo por encargos de retratos personales.
Expuesto a una vida llena de altibajos y fama, el ocaso de Rembrandt llegó con su muerte el 4 de octubre de 1669.
La obra del pintor se conserva en distintos museos, entre ellos el Museo Casa de Rembrandt y el Museo Nacional del Prado.