Transcurría el año de 1943, el mundo se encontraba viviendo la Segunda Guerra Mundial, y Françoise Gilot, quien pasaba la tarde en un restaurante de París con su amiga Geneviève Aliquot y el actor de cine Alain Cuny, fue visitada en su mesa por el mismo Pablo Picasso.
Así, ella con 21 años y él con 61, dieron inicio a una relación amorosa de diez años que daría como fruto a dos hijos, y donde ella bien recuerda que una vez le dijo el pintor nacido en Málaga: "Françoise, la realidad debe ser destrozada".
Así, como le anticipó su entonces pareja, menciona Gilot en su libro “Life with Picasso”, Picasso transformó mágicamente todas las cosas que veía, incluso a la misma Gilot, quien sintió que el español había forzado "una metamorfosis en su naturaleza", re-haciéndola para adaptarse a él, tan solo para luego mirar a otra parte cuando ella había cumplido su propósito, que ultimadamente fue alimentar su creatividad y consolar su ego.
Y es que el ejemplo de lo que sobrevivió Françoise Gilot sirve útilmente como espejo a la vida y obra de Pablo Picasso, a quien la mano palpitaba con vitalidad para darle vida a algo tan simple como los mangos de una bicicleta, pero también sentía placer diabólico en deformar apariencias, deformar rostros y retorcer cuerpos, sometiendo la realidad a una inquisición atormentadora.
Les femmes d'Alger (Version 'O'), (1955). Fuente: Galería Louise Leiris.
Desde joven, Picasso fue rebelde. Él mismo decía que “Por ser un mal estudiante lo desterraron al 'calabozo', una celda vacía con paredes encaladas y un banco para sentarse. Me gustó allí, porque me llevé un bloc de dibujo y dibujé sin cesar ... podría haberme quedado allí para siempre dibujando sin parar.” Aunque eso no quedó así. En 1900 se mudó a Francia, donde conoció a muchos de los artistas famosos que lo colocaron entre el gremio. Para 1905, los coleccionistas de arte estadounidenses Leo y Gertrude Stein comenzaron a recopilar su trabajo y ayudaron a hacerlo famoso, arrancando la historia de la leyenda.
Su biógrafo John Richardson, que vivió cerca de él en la Provenza durante la década de 1950, habla de un hombre que nunca se interesó en contar toda la verdad, ya que sus temas más escondidos siempre fueron la fuente de su trabajo. "Picasso podía ser feroz", dijo Richardson, "pero también era gentil, dulce, como un niño.
La Lampe, pintado en el Château de Boisgeloup, donde Pablo Picasso tenía un estudio, del 21 de enero al 8 de junio de 1931. Fuente: Christies.
Para Richardson, Picasso fue como Frankenstein, quien desafió la primacía creativa de Dios soldando cadáveres juntos; "Y también tenía un lado de Drácula", agrega. "Se alimentaba de quienes lo rodeaban, como un vampiro que succiona la vida de sus víctimas. Al referirse sobre sus fanáticos, buscadores de autógrafos, coleccionistas y paparazzi: 'Estas personas me cortan como un pollo en la mesa de la cena. Yo los alimento, pero ¿quién me alimenta a mí?
Dora Maar, la mujer que llora en las pinturas de finales de la década de 1930 y su pareja tras su separación con Gilot, decidió llamarlo el apóstol que regeneró el arte, mecionaba que Pablo Picasso tomaba el control de ti, te ponía al revés. Todos tenían que ser seducidos, drenaba tu energía y te dejaba agotado.
Retrato de Dora Maar, 1939. Fuente: Museo Reina Sofia.
Un legado vivo
Pablo Diego Francisco de Paula Nepomuceno Cipriano de la Santisíma Trinidad Ruiz y Picasso, quien decidió utilizar sólo la primera y última palabra de su extenso nombre para mostrarse ante los demás, no solo resalta como una personalidad fundamental en la historia del arte del siglo XX, sino también como un apellido influyente en la historia de la humanidad.
Su fuerte personalidad, intensa forma de pintura, la contorsión de sus personajes, y la vida turbulenta que lo coloca como el primer rockstar en la historia del arte, son parte del extenso universo que se forma tan solo en el retumbe de su apellido.
Corrida de toros, (1934). El toro, alter ego del artista, aparece en su pintura cargado de simbolismo, aunque siempre dotado de significados ambiguos. Fuente: Museo Thyssen.
Pablo Picasso fue una paradoja. Lo que se diga de él, lo contrario también es cierto. Lydia Corbett, también conocida como Sylvette David, es una artista francesa y modelo de artista conocida por ser "la niña de la cola de caballo" en la serie de pinturas Sylvette de Pablo Picasso, menciona que "Sus amantes, amigos, modelos -- en fin, todos los que nos rodeamos de él -- sabemos que nos metamorfoseó, y si fuimos redimidos o destruidos, ni siquiera nosotros podemos estar seguros.”
Sylvette David nació en París en 1935, y a sus 19 años posó para Pabli Picasso. Más tarde se le conoció como La niña de la cola de caballo. Fuente: Galería Pablo-Ruiz-Picasso.
Al final de su vida, y hoy que se celebra un año más de un mundo sin él, lo más claro que queda de Pablo Picasso es que últimamente sí destruyó la realidad, la hizo suya, y de hecho, nunca la ha soltado.