Si la franco-canadiense Danaé Brissonnet hubiera desarrollado su obra en México, sería calificada de “costumbrista”; pero como ha trabajado principalmente en Montreal, Canadá, sus murales con relieves texturizados y sus marionetas adheridas a la pintura son tachados de “grotescos”, “exuberantes” o, en el mejor de los casos, “surrealistas”. El caso es que se trata de una artista con una imaginación potente, un carisma artístico muy pegajoso y un sentido pedagógico brutal.
En el mural callejero que hizo en Montreal en diciembre pasado, aparece un monstruo con una belleza gigantesca, con alas de mariposa, pestañas largas y una boca muy grande. A la parte francesa de Canadá les resulta intrigante, por decir lo menos, pero no es más que un gran pastiche de un vigorizante alebrije como los que hay por todas las calles de San Martín Tilcajete, Oaxaca, en México.
Ahí, en ese poblado del sureste mexicano, la imaginación se confunde con la realidad cotidiana, y ese parece ser también el mérito de Danaé: comenzar a trastocar los confines de lo real con lo imaginario en la cotidianidad franco-canadiense.
Esa enorme obra pública gira en torno al tema de la digestión, como una representación divertida y metafórica del proceso corporal.
“Estos días me intriga explorar las formas en que me nutro… el quién y el qué dejo entrar, por fuera, parece lindo y acogedor, pero se protegerá ferozmente, decidiendo quién puede entrar en su casa”. Escribió en su Instagram en dociembre pasado.
Un personaje con cabeza de caja rectangular con los brazos abiertos gira sobre el tejado, y de uno de sus lados sale un arcoiris que evoca una vía digestiva. La flora y la fauna rodean las partes anatómicas, que la artista aclara.
“Sus ojos amarillos se sitúan en el centro de la cara y están coronados por una flor de equinácea, una flor realmente especial para el sistema inmunitario, símbolo de esperanza y fuerza. Los brazos se transforman en gallos, (lo que honra) al parque portugués y al delicioso pollo asado portugués del barrio.
“La larga grúa que sostiene una casa es un pequeño mensaje para mí misma, para que encuentre un hogar en algún lugar donde pueda echar raíces”, explica.
En general, la obra de Danaé Brissonnet hace reflexionar sobre el poder del simbolismo, el mito y la metáfora. El arte de Brissonnet refuerza las conexiones entre su trabajo, ella misma y el público con el que se relaciona.
Lo más importante es que su proceso implica involucrarse con las comunidades a las que puede contar sus historias sobre los pueblos, su tierra y su cultura.
En cualquier lugar en el que Brissonnet está creando, es probable que haya un taller en el que pueda compartir su experiencia.
Brissonnet intenta encontrar lugares en los que el arte es poco accesible y considera muy importante trabajar con los niños para que se inspiren y pinten sus historias con los materiales que tengan.
La labor profesional de Brissonnet es lo que le permite viajar a las zonas de conflicto y a las comunidades rurales. Su trabajo no sólo está en Canadá, se le encuentra en México, Puerto Rico, Marruecos, la India y España.
Para ella, viajar siempre ha sido una segunda naturaleza. La mayor parte de su carrera artística e ingresos los usó para viajar a ciudades, pintar murales comunitarios y enseñar talleres de arte a niños.
"Eso es lo que me da mucha energía. Estar con tanta gente y tener muchos niños a mi alrededor y simplemente compartir historias y leyendas con la gente es algo que me inspira constantemente" cuenta.