Frantisek Kupka (1872-1957) cumple con dos características imprescindibles en el mundo artístico del siglo XX: su fascinación por la vida intelectual y creativa de París, y una inmerecida incomprensión a su obra que lo mantuvo en la austeridad hasta su muerte.
Originario de Opočno, una pequeña ciudad de Bohemia (ahora República Checa) fue un pintor, ilustrador y diseñador. Es considerado pionero del arte abstracto y figura predominante del arte moderno.
De carácter místico, inquisitivo, rebelde y solitario, Kupka se inició en el estudio del cosmos y el espiritualismo durante su etapa adolescente al trabajar para un fabricante de sillas de montar.
Dichos conceptos sentaron las bases de su expresión pictórica, a partir de la cual exploró, en un principio, la relación entre religión, color y geometría.
Para después abordar, la metafísica, el simbolismo, la búsqueda de la verdad universal y el uso de la metáfora como expresión de ideales e introspección.
Tras estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Praga y en la Academia de Bellas Artes de Viena, se mudó a la Ciudad de la Luz en 1896, atraído por su fulgor de innovación y modernidad.
Fue en esos rincones parisinos donde desarrolló la mayor parte de su obra, y en donde se relacionó con los movimientos artísticos que surgieron hasta 1950.
No obstante, y aunque también es considerado cofundador del orfismo —variante poética y colorista del cubismo— , no se añadió a ninguna corriente ni escuela específica; en cambio, fue crítico de ellas.
La obra bidireccional de Frantisek Kupka
De acuerdo a la documentación del Museo Picasso Málaga, en donde le rindieron tributo en 2010 con la exposición Kupka. hacia otra dimensión, el trabajo del artista se tornó en dos direcciones.
La primera en el ámbito orgánico, que exploró “la consonancia de las formas y la armonía, de las vibraciones y las formas fluidas”.
Y la segunda “tendió hacia una abstracción más geométrica, con una profunda exploración de la relación entre los planos, la idea de centro, las líneas, los colores y el ritmo”.
Alejado de la industria del arte, Frantisek Kupka logró mayor reconocimiento como pintor a partir de los años 30, pese a que siempre se mantuvo activo como ilustrador de revistas satíricas.
Sobre esto, Kupka aseveró en una entrevista: “Aunque no logré un gran éxito en la vida, no me molesta pensar que éste vendrá después de mi muerte. Mi ser no se reduce a mi cuerpo y, en ese momento, navegará muy lejos, al reino del espacio”.
A casi ciento cincuenta años de su nacimiento, dicha profecía se convirtió en una certeza.
Actualmente la obra del artista checo permanece en diversas colecciones, entre ellas la del Museo D'Orsay, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y el MoMA.