En el Museo de Brooklyn en una sala grande, con luz tenue, los visitantes pueden apreciar que hay una mesa en forma de triángulo dispuesta con 39 cubiertos, el punto de una reunión distinguida.
Sobre dicha mesa fueron colocados platos que se elevan unos cuantos centímetros de la mesa, como si levitaran, cada uno suntuosamente pintado con alas, pétalos o llamas que emanan de un centro brillante: variaciones en la vulva.
A medida que el espectador avanza a lo largo de la mesa, que tiene casi 15 metros de largo de cada lado, los platos se convierten en pequeñas esculturas relucientes.
Debajo de estos, en elaborados diseños que fueron trabajados en hilo de oro, se encuentran bordados los nombres de exitosas, pero a veces desconocidas mujeres de las que rara vez se habla.
La artista Judy Chicago y su obra The Dinner Party. Fuente: The New York Times
Todo esto se encuentra sobre un piso de baldosas cubiertas con más oro: 999 nombres de otras mujeres heroicas escritos en una clara letra. La habitación es como un templo, un lugar sagrado, distinto de lo cotidiano.
Cuando The Dinner Party, de Judy Chicago, fue inaugurada el 14 de marzo de 1979 en el Museo de Arte Moderno de San Francisco, nadie había visto nada igual.
Una pieza teatral, audaz y definitivamente feminista: una obra llena de simbolismo y erudición, pero también podía ser considerado un proyecto comunitario que era la realización de la gran visión de una mujer.
De forma casi inmediata, The Dinner Party causó gran sensación, pero eso fue solo el comienzo de su tumultuosa vida.
Actualmente, la autoridad que esta obra de arte desprende es sencillamente fantástica. El esfuerzo que representa, el de más de 5 años de trabajo de 400 voluntarios, resulta conmovedor.
En esta pieza Judy Chicago volvió a reescribir, desde su perspectiva, la historia de la civilización occidental incluyendo a las mujeres que, a menudo, quedan fuera de ella. Logró hacer una obra tan grande que nunca pudiera ser borrada.
Un dato que resulta sorprendente es que cuando The Dinner Party se exhibió por primera vez en San Francisco, más de 100 mil personas lograron verla en tres meses. Fue un rotundo éxito.
El único problema y el hecho que desarmó a Chicago es que expertos y varios artistas aseguraban que dicha pieza no se trataba de una obra de arte, sino de una torpe retórica política.
Ante esto, Judy Chicago quedó totalmente sorprendida. El haber sido rechazada por el mundo del arte fue totalmente devastador.
Había estudiado arte desde que tenía 5 años y había sido una de las pocas mujeres en obtener reconocimiento en la escena artística de Los Ángeles en la década de 1960.
Para Judy Chicago, The Dinner Party fue la culminación de un proceso de autotransformación radical. Tras el tropiezo se retiró a su modesto estudio ubicado en un pequeño pueblo a las afueras de San Francisco, con una deuda de $30 mil dólares, pues fue lo que necesitó para pagar la finalización de la obra, así que decidió pasar el resto del verano sola.
The Dinner Party fue desmontada, empaquetada y almacenada. Durante años, persistió la adulación popular y el rechazo crítico para la pieza, considera la primera gan obra de arte feminista.
Durante poco más de dos décadas, esta obra de arte fue ignorado por grandes instituciones de arte estadounidenses hasta que en 1980, el Museo de Brooklyn la acogió para que la gente la pudiera disfrutar por un par de meses.
La primera, de las tres alas de la mesa, está dedicada a las mujeres de la mitología. Fuente: Brooklyn Museum
Gracias al arduo esfuerzo de Diane Gelon, quien había sido la coordinadora en la elaboración de The Dinner Party, dicha obra pudo ser mostrada en todo el país en lugares alternativos. Así, lentamente, dicha pieza se volvió parte la historia del arte.
En 2002 cuando el Museo de Brooklyn volvió a presentar la obra y acogerla definitivamente, la percepción que los visitantes tenían de la misma era otra, pues sabían que era importante. Era un depósito de la historia de las mujeres, pero también era un archivo de la evolución de Judy Chicago como artista.
La importancia de The Dinner Party radica en su energía retórica y en su humor, en cómo sería la vida si las mujeres se enorgullecieran tanto de su anatomía como los hombres.
Así, sin habérselo propuesto, con esta icónica pieza Judy Chicago anticipó el estilo de arte feminista de las nuevas generaciones: pugilista, sincero, franco y sin complejo alguno.