Nacido en 1919, Art Blakey, quien iría a definir el ritmo magnético unificador del final de la Segunda Guerra Mundial, comenzó su carrera musical, al igual que muchos músicos de jazz, en la iglesia.
Como el hijo adoptivo de una devota familia adventista del Séptimo Día, aprendió a tocar el piano a la par que aprendió de la Biblia, dominando ambas disciplinas desde una edad temprana. Se casó y comenzó a echar raíz con su notable talento.
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Con ritmos duros inspirados en Chick Webb, su mentor, y Sid Catlett, Art perfeccionó su técnica y se aventuró a buscar el éxito y el sustento en su vida a través de la música. Consiguiendo tocadas con frecuencia en su natal Pittsburgh, Pennsylvania, empezó a ver su sueño cumplirse hasta que el dueño del club donde frecuentaba, The Democratic Club, le sugirió dejar el piano y dedicarse a la batería, mucho en parte por la incomodidad que le causaba que un hombre negro estuviera al tanto de un conjunto tan exitoso.
Condenado a una discriminación que incluso amenazaba su continuidad en la música, Art doblegó esfuerzos, hizo caso y mostró los mismos dotes de genialidad en el instrumento que más distante está a la audiencia, pero que más resuena entre todos los presentes en el escenario, por lo que la decisión, aunque intencionada a perjudicarlo, solo logró revolucionar sus tiempos y fortalecer su sonido, uno que veía la luz a pesar del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Hecho ya como un virtuoso percusionista, en 1942 el joven entendió que el verdadero estallido de su éxito estaba más allá de la ciudad que lo vió nacer, por lo que viajó a Nueva York, donde rápidamente consiguió trabajo, y nada menor a formar equipo con la pianista Mary Lou Williams, trabajando como parte de su exitosa banda.
Durante esta década, los primeros trabajos de Art Blakey reflejaban la percusión de estilo swing, pero más tarde se introdujo y popularizó en los círculos del bebop y el hard bop, posteriormente en el blues, el gospel y los estilos de percusión africanos. Para 1944, empezó a actuar como líder de los grupos musicales de otros virtuosos de su gremio, como Billy Eckstine, quien lo contrató para su orquesta, Charlie Parker, Dizzy Gillespie y Thelonious Monk, quienes lo contrataban bajo sus sellos discográficos para participar en numerosas grabaciones en forma de trío, quinteto o sexteto.
Para 1947, su nombre era no solo parte del espectáculo, era un atractivo para el público y los músicos, quienes veían en el baterista un mentor con paciencia y tendencia a la docencia de quien pudieron aprender mucho, tanto de su instrumento como de la vida de un músico en constante movimiento.
Un año después de su establecimiento como una figura de sus tiempos, falleció su primera mujer y el artista decidió marcharse por un periodo de dos años a África, de donde regresó convertido al islamismo adoptando el nombre de Abdullah Ibn Buhaina y habiendo aprendido a tocar la batería polirrítmica
Mirando hacia la década de 1950, Art formó su primera banda, The Jazz Messengers, una big band de 17 integrantes que no tardó mucho en volverse una agrupación pilar en el universo de clubes de jazz, por lo que comenzaron a grabar en Blue Note Records bajo la invitación de Monk.
A lado de Buddy DeFranco, el pianista Horace Silver, el altoista Lou Donaldson, el trompetista Clifford Brown y el bajista Curly Russell, Art creó con su banda un peculiar e ifluyente sonido que los llevó a recorrer Europa y a incursionar en el norte de África.
Para 1960, The Jazz Messengers era tan definitivo que se convirtió en la primera banda de jazz estadounidense en tocar en Japón para un público de dicho país, una gira que también serviría como punto culminante de la banda. .
Los ritmos de Art y sus incesantes golpes de dos y cuatro en los platillos de sombrero alto fueron fácilmente identificables desde el principio y se mantuvieron constantes a lo largo de los 35 años que perduró el trabajo de The Jazz Messengers. A través de un interminable carrusel de talentosos acompañantes, el baterista estaba cosechando su imagen de maestro y figura de la época.
A pesar de la sequía del jazz de los años 70, los Messengers y Art siguieron siendo una gran fuerza, con menos grabaciones, pero no con menos energía. En una época en la que muchos músicos de jazz experimentaban con la electrónica y fusionaban su música con el pop, los Messengers continuaron siendo un pilar del jazz puro, y esa fidelidad los mantuvo en lo alto.
Aquella firme creencia en el sonido puro de la música jazz, Art mantuvo su buena posición durante el resurgimiento de la música a principios de los 80. Colaborando con músicos como el trompetista Valery Ponomarev, el tenor Billy Pierce, el saxo alto Bobby Watson, el pianista James Williams y del trompetista Wynton Marsalis, mantendiéndose fresco y energético a pesar de los años.
A lo largo de la siguiente década y hasta su muerte en 1990, Art mantuvo la integridad de su mensaje, explotando su docencia al incubar las carreras de otros fieles al sonido jazzista clásico como los trompetistas Wallace Roney y Terence Blanchard, los pianistas Mulgrew Miller y Donald Brown, los bajistas Peter Washington y Lonnie Plaxico, entre muchos otros.
Art Blakey murió a la edad de 71 años después de una carrera de seis décadas que al final demuestra que todos los caminos del jazz llevarán (o regresarán) a su nombre.