Una mezcla de locura. Una pesadilla de los sentidos. Un mosaico de metal. Todas estas son frases que vienen a la mente cuando uno piensa en Shinya Tsukamoto, un talentoso director y un hombre gentil marcado por un estilo frenético y brutal que muestra un total desprecio por las zonas de confort de la audiencia.
¿No te gusta el sonido del metal raspado o los espacios pequeños? ¿No te gusta la penetrante infusión de erotismo y la psique humana? El cine de Tsukamoto es eso a la potencia, uno que le ha detenido el atractivo popular pero lo ha coronado como un héroe de las subculturas y los inconformistas. Si hubiera que buscar un director renegado en Japón, estamos hablando de él.
Nacido el 1o de enero de 1960 en Shibuya, Tokio, Japón, Tsukamoto es probablemente el mayor campeón contemporáneo de la escena del cine de culto japonés clandestino. A pesar de sus películas aclamadas, es probable que su nombre no sea demasiado conocido fuera de su país natal, y posiblemente ni siquiera dentro de él, manteniéndose en el colectivo social solo gracias a aquellos con un amor específico por la subcultura y cine más underground, no obstante, se mantiene.
Fuente: Criterion
Tsukamoto comenzó a hacer películas cuando era adolescente con una cámara Super 8 y entró a un grupo de teatro mientras cursaba la universidad. Tras su graduación, ejecutó varios cortos hasta su primer largometraje Tetsuo, The Iron Man, de 1989, filmada en blanco y negro y en 16 mm, que con los años fue definida como una alegoría gráfica de ciencia ficción.
Sosteniendo su tema de la despersonalización causada por un entorno urbano tan impulsado por la tecnología, también dirigió la película de terror Hiruko the Goblin y realizó la secuela Tetsuo II: Body Hammer en 1992 con un presupuesto mayor. Más tarde hizo Tokyo Fist en 1995, que trató el tema de la venganza, uno recurrente en su filmografía, y recibió elogios en festivales mundiales, lo que lo estableció como un director con una voz única.
Gradualmente, sus películas evolucionaron hacia un mayor realismo, con los que estrenó Bullet Ballet y la adaptación del cuento Sôseiji, también conocido como Gemini, en 1999.
Independientemente de su extensa filmografía, Tsukamoto es ubicado por mucho por haber aparecido en Silence, de 2016, de Martin Scorsese, protagonizada por Andrew Garfield, Adam Driver y Liam Neeson, una película que representa un proyecto apasionante de Scorsese, basado en la novela de 1966 del mismo nombre de Shūsaku Endō, que detalla la difícil situación de los misioneros cristianos y su recién descubierto rebaño japonés en el Japón de la era Edo, un momento marcado por la persecución de los cristianos en Japón, ya que el shogunato Tokugawa los cazó como un medio para reprimir a cualquier grupo que pudiera tener el potencial de amenazar su monopolio de poder sobre las islas japonesas.
Tsukamoto aparece en la película como uno de los cristianos japoneses escondidos, y consiguió el papel en una historia divertida que destaca dos cosas particulares sobre su lugar en el mundo del cine.
La historia cuenta que Tsukamoto llegó a las audiciones como cualquier otro actor esperanzado, se sentó pacientemente y esperó su turno. Cuando la directora de casting Ellen Lewis le informó a Scorsese que un hombre llamado Shinya Tsukamoto estaba haciendo una audición, Scorsese se sorprendió de inmediato al escuchar que “un gran director vendría a una audición”.
Al poco tiempo, Scorsese y Tsukamoto estaban intercambiando profundas reverencias, reconociéndose uno al otro como un maestro de su oficio. Tsukamoto consiguió el papel y el resto es historia.
Para Dominic Holm en Sabukaru Online, la historia destaca dos cosas sobre Tsukamoto; primero, que para los amantes del cine, Tsukamoto es uno de los mejores, tanto así que el propio Scorsese lo considera un maestro. En segundo, que a pesar de su maestría, Tsukamoto sigue siendo un hombre humilde y al margen de la mirada popular.
Al final, su trabajo tenso, crudo y hasta violento choca con todos los testimonios de su propio carácter, uno que apunta a un hombre amable, tranquilo y sensible, siempre educado, siempre humilde. Su talento es aparentemente ilimitado, y su ingenio e innovación son un ejemplo no solo para los cineastas aspirantes, sino también para aquellos que continúan buscando su propio lugar en cualquier industria.
Fuente: Sabukaru