El cine no siempre ha sido un lugar fácil para las mujeres japonesas, pero mirando hacia atrás, hay cuatro que especialmente resaltan dentro del gremio, y no solo por su talento, sino por abrir la puerta a las generaciones siguientes a través del deseo de expesarse y de cobrar importancia dentro de una industria que hasta el día de hoy es dominada por el sexo varonil.
Descubre con nosotros a las mujeres del séptimo arte japonés que no puedes perderte.
Hideko Takamine
"He sido actriz durante cien años", escribió Hideko Takamine en 1954, cuando apenas tenía 30. "A lo largo de estos, los fotógrafos han caputardo cada rostro que he podido llamar mío. Mira, ahora ya no tengo cara."
Takamine fue una mujer nacida el 27 de marzo de 1924 en Hakodate, Hokkaidō, Japón. Se mudó a Tokio cuando apenas tenía cuatro años para estar bajo el cuidado de su tía, quien la comenzó a acompañar a audiciones donde ciertamente fue la niña que más llamaba la atención. No tardó en conseguir roles que le dieron gran difusión en el continente asiático, donde se le comparó como la Shirley Temple o Judy Garland de la región.
Con títulos como Haha, Rebyu no shimai, Reijin, y Shimai-hen: Haha, filmes realizados entre 1929 y 1931, la carrera de Hideko despegó. Gracias a su talento que incluía bailar y cantar, la pequeña llegó a ser parte de cerca de 100 producciones antes de cumplir los 13 años que se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial.
No sería hasta 1937, cuando formó parte de la productora Toho, que comenzó a tomar roles dramáticos con películas del director Kajiro Yamamoto, donde aprendió a manejar la transición de actriz infantil a una consagrada intérprete capaz de encarnar personajes con dolores y obligaciones profundas, y que muchas veces buscaban escapar de la pobreza, lo que significaba tener que transformarse para atender a una sociedad servida para los hombres.
En las películas Tsuzurikata Kyoshitsu y Horse, de 1941, pasó de roles sin profundidad como chica pinup a una protagonista de seriedad a lado de los mejores cineastas y actores del país, que incluyeron a Keisuke Kinoshita, quien la dirigió en Twenty-Four Eyes; y Kinuyo Tanaka, en The Munekata Sisters.
Algunos años después, en 1950, Takamine rompió con el rígido sistema establecido por los estudios japoneses y dejó a su productora para convertirse en una codiciada actriz que trabajaba libre de cualquier contrato con las grandes compañias.
Con la decisión, llegaron sus óperas primas, películas que destacan con los directores Keisuke Kinoshita y Mikio Naruse que la encumbraron como una de las máximas estrellas del cine de su país. Takamine trabajó en más de 300 sets de grabación y hasta tuvo la oportunidad de participar en la primer película japonesa en color, Carmen Comes Home.
Su éxito se vio acompañado de su matrimonio con Zenzo Matsuyama, asistente de director de Kinoshita y futuro guionista y director de éxito, quien la animó a no renunciar a su carrera como actriz, que alcanzó estándares nunca antes vistos para una actriz asiática durante la década de 1960, de donde se realza su trabajo en Immortal Love, de 1961, y Midareru, de 1964.
Cuando llegó la década de los 1970 bajó el ritmo de sus actuaciones al ver que nuevamente se le negaban roles protagónicos, esta vez por su edad, y tras el rodaje de Oh My Son, nuevamente a lado de Kinoshita, en 1979, se retiró tras verse nominada a mejor actriz en los premios de la academia japonesa.
Hideko Takamine es sinónimo de poder. De acuerdo a la crítica de cine, Moeko Fujii, interpretando a directoras de autobús, secretarias, vendedoras de ropa, amas de casa y exgeishas para Naruse, esta actriz llevó a cabo personajes que deben convocar mundos alternativos a su alrededor con cada tono, cada gesto, obedeciendo y ejemplificando un cierto código de conducta todo el tiempo, conscientes de que en un solo desliz haría que su valor se desplomara
De cierta forma, el legado de la vida y la obra de Hideko Takamine es no permitirnos olvidar el costo de ascender.
Setsuko Hara
Para algunos, Setsuko es considerada la mejor actriz japonesa de la historia, a pesar de haberse retirado en 1963, apenas a los 42 años de edad.
En la conferencia de prensa donde anunció la noticia, confesó que en realidad nunca había disfrutado la actuación y que lo hizo para mantener económicamente a su familia.
Nacida como Masae Aida en Yokohama en junio de 1920, de acuerdo al crítico de cine Gregorio Belinchón, tuvo cuatro hermanas y tres hermanos, y su carrera artística comenzó a los 15 años. Una de sus hermanas estaba casada con el director Hisatora Kumagai, y de esa manera logró empezar a trabajar en los estudios Nikkatsu.
Se hizo conocida con la coproducción germanojaponesa La hija del samurái, un drama que le llevó de gira por Europa e incluso hasta Hollywood, donde Marlene Dietrich le sirvió de anfitriona.
Su estrellato se reafirmó al finalizar la Segunda Guerra Mundial en filmes como El baile en la casa Anjo, Blue Mountains, y sobre todo, No añoro mi juventud, de Akira Kurosawa.
Kinuyo Tanaka
Ninguna lista de grandes actrices japonesas estaría completa sin Kinuyo Tanaka, quien hizo unas 250 apariciones acreditadas durante un periodo de más de 50 años, comenzando con Woman of the Genroku Era, de Hotei Nomura, en 1924.
Tanaka es igualmente importante como la primera mujer japonesa en dirigir una película de gran presupuesto, y al final logró seis, donde resaltan Love Letter, de 1953 y Love under the Crucifix, de 1962.
Tanaka es recordada especialmente por sus papeles para Kenji Mizoguchi, que fueron 15 colaboraciones entre 1940 y 1954.
Sus apariciones en The Life of Oharu, de 1952; Ugetsu Monogatari, de 1953; y como la madre cuyos hijos son vendidos como esclavos en Sansho Dayu dieron como resultado tres de las películas más conmovedoras y hermosas jamás producidas en Japón.
Yamaguchi Yoshiko
El erudito Inuhiko Yomota llamó a Yamaguchi Yoshiko una de las mujeres asiáticas más importantes del siglo XX.
Sin duda, fue la intérprete más polémicas de Japón.
Nacida en Manchuria de padres japoneses y con fluidez en mandarín, fue en las producciones de la Asociación de Cine de Manchuria, respaldada por Japón, donde se hizo de un nombre, pero una aparición en vivo en Tokio durante 1941, cantando éxitos de sus películas como Song of the White Orchid y China Nights desencadenaron únicos disturbios en el país durante el periodo de guerra.
Después de la misma, fue sentenciada por el gobierno chino por traición, y solo escapó de la ejecución después de que se reveló que no era ciudadana china.
Tras la guerra, regesó a su país para casarse y continuar trabajando. De su repertorio destaca Scandal, a lado de Toshiro Mifune y Kurosawa.