El arquitecto Luis Barragán aprovechó, como nadie más, el maravilloso entorno volcánico natural de El Pedregal para dar rienda suelta a su creatividad y poner en marcha una verdadera revolución arquitectónica.
En 1945 Barragán compró, junto a José Alberto y Luis Bustamante, una gran extensión de terreno en esta zona, donde proyectó una gran urbanización y los innovadores jardines del Pedregal de San Ángel, aprovechando la naturaleza volcánica del lugar.
Los arquitectos Antonio Attolini y Max Cetto, además de los artistas Mathias Goeritz y Dr.Atl, también se sumaron a este proyecto.
Lo que más llamaba la atención de este lugar a Barragán eran las rocas volcánicas, por lo que alguna vez mencionó que podía pasar horas admirándolas ya que ejercían un gran poder sobre él.
Así fue como en dichos terrenos, Luis Barragán descubrió las infinitas posibilidades que brindaba la lava volcánica para realizar jardines de gran belleza y modernas construcciones nunca antes vistas.
Este genio, el primer arquitecto latinoamericano y el único mexicano que ha recibido el prestigiado Premio Pritzker, aprovechó lo desigual y exuberante de la zona para crear un universo totalmente diferente en El Pedregal, uno en el que amplias zonas verdes se fusiona con la piedra volcánica, la vegetación autóctona y formas arquitectónicas abstractas y puras.
Y precisamente fue así como Barragán dio vida a su famoso concepto de que un jardín bien logrado debe contener al universo entero, pues esta zona, una en el que el entorno volcánico impera, se lo dio todo para crear.
Para este arquitecto, la belleza física era el mayor de los dones y eso lo plasmó una y otro vez en cada una de sus obras.
Luis Barragán falleció un 22 de noviembre de 1988 a los 86 años, consumido en una década por el mal de Parkinson. Hasta los últimos instantes de su vida, cada espacio de su obra, pero especialmente los que dejó en El Pedregal, fue una verdadera oda a la belleza volcánica.