Salvador Dalí, estaba tan obsesionado con las hormigas que las soñaba e incluso, se convirtieron en uno de los elementos fundamentales de su obra.
Siendo de los precursores y máximos representantes del surrealismo, Dalí sentía horror y fascinación por estos insectos que simbolizan la muerte y putrefacción que tanto temía.
Y es que para Dalí era sumamente asombroso (pero también repulsivo) ver cómo las hormigas, son capaces de devorar en instantes.
Alguna vez dijo, que estaba convencido de que las hormigas son un ser superior capaz de devorarse el tiempo, y que, en sus pinturas, son el reflejo de sus más grandes temores.
Así que, repasemos algunos de sus trabajos más destacados, donde estos animales son imprescindibles:
El gran masturbador (1929)
Esta obra refleja la sexualidad del artista. Dalí era un gran masturbador, pues su vida sexual se mantenía reprimida, debido a sus miedos.
Resulta que Dalí temía tener relaciones sexuales, por dos episodios de la infancia: de muy pequeño leyó un libro erótico bastante explícito y más tarde encontró un libro de su padre donde se mostraban algunas enfermedades venéreas.
Esto sin duda fue un shock para Dalí, por lo que incluso se cree que murió virgen, pese a su relación con Gala o su cercanía a Federico García Lorca.
El enigma del deseo (1929)
Este cuadro representa uno de los episodios más tormentosos de Dalí, la muerte de su madre en 1921 y que nunca pudo superar.
En esta figura rocosa que hace alusión a la región de Cabo Creu, donde pasó su infancia, es sin duda la conexión del artista con su madre.
Con un rostro blando y las orejas que muestran un ejército de hormigas, Dalí representa una marcada connotación de muerte, decadencia y sexualidad.
Un perro andaluz (1929)
Este cortometraje hecho por Dalí y su gran amigo Luis Buñuel, surgió luego de que el pintor soñara con una mano repleta de hormigas.
Alguna vez confesó en una entrevista que haber logrado estas escenas, fueron sumamente complicadas, debido a que en París no encontraron una sola hormiga.
De este modo, Buñuel pidió a Dalí que se las mandara desde Cadaqués, hasta que finalmente, los insectos llegaron a la capital francesa desde la sierra de Guadarrama.
La persistencia de la memoria (1931)
Considerada la obra maestra de Dalí, es una de las piezas más icónicas del surrealismo.
Característica por sus relojes derretidos, que se deslizan sobre la rama de un árbol, aparece un reloj de bolsillo cerrado, siendo el único que conserva su estructura, pese a estar cubierto por un ejército de hormigas.
Sin embargo, esto no durará por mucho tiempo, pues solo es cuestión de tiempo para que las hormigas hagan lo mismo que con los relojes que permanecen blandos en el cuadro.