Desde niño fue gigante. Basta saber que a los 3 años de edad se encaramó sobre un banco y comenzó a tocar el piano de su casa, dejando maravillados a sus distraídos padres.
Aquel padre asombrado era nada menos que Bebo Valdés, uno de los grandes pianistas cubanos de todos los tiempos.
Pero llegó entonces su hijo Chucho, que parecía venir de otra galaxia.
Años después, al escuchar al primogénito de Bebo, el gran Benny Moré le anticipó a su amigo: “El muchacho va a ser mejor que tú”.
Hoy, tantas décadas después del presagio del Bárbaro del Ritmo, Chucho Valdés goza de 80 años casi recién cumplidos y de una obra portentosa que, según los estudiosos, marca un antes y un después en la historia de la música en Cuba.
Hijo de tigre
El primer maestro de piano que tuvo Chucho Valdés fue su padre, quien no tardó en llevarlo a los ensayos de su orquesta Sabor de Cuba, de la que pronto se convirtió en el director y pianista suplente, pues Bebo no se daba abasto con tantos compromisos.
Además, Valdés asistió al Conservatorio Municipal de Música de la Habana, donde se graduó a los 14 años.
“Yo soy apenas un estudiante de piano”, declaró hace unos años a un periodista que trató de adjudicarle el título del mejor ejecutante del mundo.
Y tal parece ser un mantra poderoso en la trayectoria de Valdés, ya que su discografía sirve como prueba de la evolución de un maestro que, de tanto indagar, ya se convirtió en sabio.
A mitad de la década de 1960, Chucho comenzó su andadura en solitario con un combo, con el que lanzó sus primeras grabaciones. En aquella etapa, en la que también trabajo en la orquesta del Teatro Musical de La Habana, destacan sus colaboraciones con el cantante Armando Borcelá “Guapachá”, quien ya había trabajado con su padre.
Entre los músicos que tocaban con él por entonces figuraba el saxofonista Paquito D’Rivera, el guitarrista Carlos Emilio Morales –uno de sus eternos colegas-, el percusionista Óscar Valdés y el baterista Enrique Pla, con quienes después fundaría una de los grupos más fascinantes de su tiempo: Irakere.
Irakere: la universidad del jazz afrocubano
Grupo Irakere nació en 1973 poco después de que Valdés y sus compañeros de combo fueran llamados a integrar la Orquesta Cubana de Música Moderna, un ambicioso proyecto estatal encabezado por Armando Romeu, miembro de una prolífica dinastía musical.
Por entonces, Chucho ya se había ganado las felicitaciones personales del pianista estadounidense Dave Brubeck y su paisano el saxofonista Gerry Mulligan, quienes quedaron admirados con la obra Misa Negra, que el cubano presentó en el Festival Jazz Jamboree de Varsovia, Polonia, en 1970, con el Quinteto Cubano de Jazz.
Valdés y los suyos se empeñaron en llevar a los límites la fusión del jazz y otros estilos, con los ritmos afrocubanos provenientes de las tradiciones yoruba, congo y carabalí, arraigadas en el corazón de la mayor de las Antillas desde el siglo XVI, producto del tráfico de esclavos.
Con el paso de los años, Irakere viajó por el mundo y se convirtió prácticamente en una especie de academia en la que fueron desfilando los principales músicos cubanos que después establecerían sus propios grupos durante los años 80 y 90.
En 2015, Valdés lanzó un disco tributo a Irakere, con motivo del 40 aniversario del grupo, en el que convocó a una nueva camada de prodigios cubanos como el contrabajista Gastón Joya y el baterista Rodney Barreto.
La Creación
Las inquietudes creativas del maestro Chucho Valdés siempre han resonado al compás de las percusiones rituales de origen africano, en un enfoque complementario al trabajo de paisanos destacados como Chico O´Farrill y Mario Bauzá.
Trabajos como la saga doble Jazz Batá o la triada de discos: Babalú Ayé, Bele Bele en La Habana y Biyumba Palo Congo, editados a finales de la década de 1990 por el sello Blue Note, dan cuenta del alcance de miras de este pianista cubano.
Las grabaciones con Irakere también son documentos valiosos del sincretismo musical planteado por Valdés, con un ímpetu cercano a la erupción volcánica.
Su última genialidad lleva por nombre La Creación y se trata de una suite en tres movimientos que rinde homenaje a la religión yoruba y su dios supremo Olodumare.
La obra se estrenó en noviembre pasado en Miami, a cargo de una gran orquesta encabezada por Valdés e integrada por estudiantes y músicos de gran renombre como el baterista Dafnis Prieto, el percusionista Roberto Jr. Vizcaíno y el bajista José A. Gola, entre otros.
La dirección corrió a cargo de los maestros John Beasley e Hilario Durán, otro destacado pianista cubano.
Valdés también presentó La Creación en conciertos con lleno total y ovaciones ensordecedoras en París y Barcelona.
Si bien aún no se han revelado planes de editar esta nueva obra en un disco, Valdés trae entre manos una gira con Paquita D’Rivera de la cual no ha revelado muchos detalles, pero que promete nuevas sorpresas para el público en el naciente 2022.
En sus casi 70 años de trayectoria, Chucho Valdés se erige como el monte más alto, la selva más tupida y la fiera más salvaje de su especie: la cima del jazz afrocubano.