El realismo mágico se hace presente en las fotografías del canadiense Benoit Paillé. Y es que su obra es exuberante y muy particular, incluso, un poco cínica. El claro mensaje de sus imágenes hace referencia al mercado turístico.
Además, a las formas en que los bellos paisajes naturales se convierten en creaciones sintéticas y comerciales. Pero este artista no siempre fue eso, artista. Antes era biomédico; sin embargo, a los 24 años de edad entró al mundo de la fotografía.
Desde ese momento y durante más de tres años, ha vivido y trabajado en la carretera en una autocaravana. Así es como ha fotografiado su realismo mágico, documentando sus viajes a través del lente de su cámara.
Inspiración nómada
Su energía electrizante y su deseo de romper con cualquier convención le han permitido adquirir rápidamente una gran reputación.
Por ejemplo, en 2015, fue reconocido como uno de los mejores 50 fotógrafos emergentes en los Lens Culture Emerging Talent Awards. Para él, cada ambiente es propicio para la creación. Gracias a su estilo de vida nómada, está continuamente expuesto a eventos imprevistos que favorecen la aparición de nuevas visiones.
Así es, no tiene que buscar oportunidades, ya que el momento presente da forma a sus imágenes. Y es que la arquitectura de la sociedad postindustrial y las personas que encuentra al azar le sirven de inspiración.
Al volver a imaginar el territorio, tanto real como imaginario, sus fotografías desafían el patrimonio moderno de nuestras sociedades. Desde la propiedad privada, la omnipresencia de las fronteras, el consumo excesivo de drogas y la publicidad enfermiza. Incluso, el culto al turismo, a viajar, una idea moderna francesa.
Sus fotos llevan la firma de una conciencia aguda que quiere molestar la mirada. Por ello, muestra su interés por las referencias más triviales (cercas, postes, esquinas de muros).
Con esto, y con humor, es lo que imprime para crear surrealismo mágico.
Energía e inspiración natural
En su casa rodante, Paillé obtiene energía de un panel solar; lleva su cámara, un flash, y geles de colores. De esta forma, cuenta con un mínimo de recursos, pero sí cuenta con una tostadora, lo que representa un lujo para él. Los colores vivos y artificiales que saturan sus diarios de viaje son una alusión a su propia independencia creativa.
Esto, porque como fotógrafo, puede desdoblar y mutar la realidad para satisfacer sus caprichos. Además, los colores rosa neón, verde y azul se vuelven como una firma, una huella digital que evidencia su propia existencia. Incluso, se inclina hacia la imagen construida. Y porque construir imágenes le permite alcanzar su objetivo más rápido, que es descubrir una realidad descuidada.
"la fotografía no es una representación de lo real, sino que la crea”.