El gran logro del pintor francés Eugène Delacroix es que abrió la puerta a la pintura moderna como proceso, sobrepasando la formación clásica.
Delacroix, quien nació un 26 de abril de 1798, quizás sea el representante más emblemático del movimiento romántico que apareció en el primer tercio del siglo XIX, cuya influencia se extendió hasta los impresionistas.
Su formación como artista inició en 1815 en el taller de Pierre Guérin, donde coincidió con Theodore Gericault, otro de las grandes figuras en la pintura romántica.
En un inicio su estilo fue catalogado como neoclásico, pero esto rápidamente cambió, lo que asombró a cientos.
Eugène Delacroix aprendía rápido y su sed por experimentar hizo que poco tiempo después ingresara a L’Ecole Des Beaux Arts Paris.
En dicha época visitó con frecuencia el Louvre, donde empezó a tomar elementos de las obras de grandes artistas como Rafael Sanzio, Rubens, Tiziano y Veronés.
Eugène Delacroix creó numerosas obras que tenían mucho que ver con lo que se vivía en su época. Claro ejemplo de esto es la Libertad guiando al pueblo, obra que impactó en aquella época por ser una alegoría de la revolución.
También destacó como pintor religioso aunque él, en varios ocasiones, declaró que era ateo.
Una de las mayores características de la obras de Eugène Delacroix es la gran maestría con la que utilizaba el color. En su obra, la que realizó a lo largo de varios años, se fusionaron la fantasía, el erotismo y lo macabro.
El 13 de agosto de 1863, Eugène Delacroix murió en París tras sufrir varios años una laringitis crónica.