El impresionismo ruso y algunos de los paisajes más bellos de París tienen su autoría en las manos de Konstantín Korovin, poeta del pincel que supo capturar la belleza de la luz en las escenas cotidianas.
Originario del Imperio Ruso, Konstantín –también documentado como Constantín– nació el 23 de noviembre de 1861 en el seno de una familia de comerciantes.
Alejado del negocio familiar, el pintor siguió los pasos de su hermano Serguéi Korovin, destacado pintor realista, y se envolvió en las artes plásticas.
Estudiante de la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú, en donde tomó clases con los grandes artistas Vasili Perov y Alekséi Savrásov, Korovín también probó suerte en las aulas de la Academia Imperial de las Artes de San Petersburgo.
Tras visitar París y España, Konstantín quedó fuertemente influido por la obra de la corriente en boga: el Impresionismo de Camille Pisarro, Edgar Degas, Pierre Auguste Renoir, Paul Cézanne, Alfred Sisley, Berthe Morisot y Claude Monet.
Entusiasta de retratar la vida moderna citadina y el contraste de su intimidad, el impresionista sobresalió por sus pinturas aire libre, las obras de bodegones y las escenografías que creó para numerosas representaciones teatrales.
De esa etapa, Korovin exploró con el “decorado anímico”, una serie de obras que transmitían emociones generales de la representación en vez de ilustrar un lugar de la acción en específico.
Académico, amante de la vida parisina y asesor de camuflaje en los cuarteles de uno delos ejércitos rusos, Konstantín Korovin murió el 11 de septiembre de 1939 en París.