Joaquin Sorolla, Edvard Munch, Gustav Klimt, Max Ernst y Salvador Dalí son algunos de los artistas que en sus obras abordaron la figura materna.
Su interpretación sobre la vida y la muerte, así como la relación inquebrantable entre hijos y madres en estas cinco pinturas.
Madre (1895)
Este lienzo de Joaquín Sorolla es considerado uno de los más bellos y misteriosos del artista impresionista.
Madre, muestra a la esposa del artista español, Clotilde, junto a su hija Elena recién nacida, acostadas y casi totalmente tapadas con una colcha blanca de gran tamaño.
Se expone en el Museo Sorolla, Madrid.
La madre muerta (1899)
A partir de 1890, Edvard Munch desarrolló los motivos del Friso de la vida, ciclo pictórico que incluye muchas de sus obras más conocidas.
En ellas, el expresionista dio su visión unitaria de la vida, donde plasmó ampliamente sus memorias personales, incluyendo la devastadora pérdida de su madre, Laura Munch.
Edvard tenía tan solo 5 años, cuando murió su madre de tuberculosis. Al poco tiempo falleció de lo mismo su hermana Sophie, lo que marcaría de por vida al noruego.
Las tres edades de la mujer (1905)
Una de las obras más simbólicas de Gustav Klimt, refleja a una madre cargando a su bebé, junto a una anciana mostrando su cuerpo vulnerable.
El cuadro del austriaco expone la pureza e inocencia de la infancia, la madurez, belleza y juventd, así como la vejez y decadencia del cuerpo humano.
Se encuentra en la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma, Italia.
La Virgen castigando al niño Jesús delante de tres testigos (1927)
Nacido en una familia católica, Max Ernst retrató a la Virgen María, como una mujer terrenal y frustrada.
En el lienzo, se observa a la Virgen reprendiendo a un rebelde Jesús, que muestra marcas rojas por la mano castigadora.
A través de la ventana del fondo se observan y sirven como testigos André Breton, Paul Eluard y el propio surrealista; ninguno parece estar perturbado por la escena.
El enigma del deseo. Mi madre, mi madre, mi madre (1929)
Este fue uno de los escasos homenajes que Salvador Dalí dedicó a su madre, a quien nunca llegó a pintar en un cuadro.
El cuadro surrealista que representa un rostro de perfil expresa sus complejos sentimientos hacia su madre, quien murió de cáncer de útero cuando él tenía 16 años.
El propio Dalí llegó a declarar que la pérdida de su madre fue el golpe más fuerte de su vida.