Antes de la era de las plataformas digitales de música, la gente escuchaba música en grandes aparatos reproductores de sonido llamados “fonógrafos”, los primeros dispositivos para grabar y escuchar sonidos.
Con el fonógrafo vino el tornamesa, o tocadiscos, que reproducía sonidos de un disco de acetato colocado en un disco giratorio y un brazo largo con una aguja en un extremo. Los primeros tocadiscos eran mecánicos.
Cuando se fabricaron los eléctricos, estos obtuvieron mejor calidad de sonido por la velocidad de su motor lo cual evitó el desgaste tanto de los discos como de la aguja, difícil de conseguir si se estropeaba. Después vivieron los reproductores de “discos microsurcos”, el LP (long play) a 33⅓ RPM y el sencillo (single) a 45 RPM.
En pleno siglo XXI, aunque ya no se reproducen en masa, el tocadiscos y los LP son aparatos de colección porque evocan una época dorada de la música de las grandes orquestas que acompañó a las familias en periodos de bonanza y de guerra.
Por ello, Laboite ha traído del pasado este reproductor con un concepto doble: bocinas y tocadiscos, como los fabricados en la década de los 70, al cual llamaron LX Turntable.
Esta pieza tiene un sonido envolvente y preciso que llega a cualquier lugar de la habitación donde sea colocado y da la impresión de estar escuchando una orquesta en pleno concierto.
La marca colaboró con el artista plástico SupaKitch quien creó una piel especial en colores inspirados en el movimiento del mar para ser colocada debajo del disco giratorio.
La pieza está compuesta de una base de fina madera de ebanistas españoles, piel de becerro de la curtidora del País Vasco y mide 79 centímetros de largo por 69 de largo.
¿Por qué seguir fabricando tocadiscos del pasado?, la mejor respuesta la tienen los DJ quienes utilizan los discos de vinilo para hacer sus mezclas y lograr el mejor sonido.
El científico del tocadiscos, Thomas Alva Edison ¿habrá imaginado que su invento se iba a extender por todo el mundo y que perduraría varios siglos después?