El legado de Sor Juana Inés de la Cruz llega hasta la cocina, lugar en el que se daba tiempo de filosofar y desde el que escribió un recetario de cocina.
En una era en la que los hombres dominaban el mundo vivió Sor Juana Inés de la Cruz, una mujer que abandonó la idea del matrimonio para no perder su derecho al conocimiento.
Foto: Jorge Sánchez Hernández
Unirse a la iglesia fue su método de escape a la función principal para las que las mujeres de su época (siglo XVII) que estaban irremediablemente destinadas, el hogar.
Cuando era adolescente ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, hecho que cambió su vida por completo y que marcaría decisivamente su producción literaria. Fue ahí donde, como dama de compañía de la virreina, Juana desarrolló su intelecto y capacidades literarias.
Consciente de que solo la vida monástica podría permitirle continuar con sus estudios, y tras un paso desafortunado por la orden de las Carmelitas descalzas, Sor Juana ingresó a la Orden de San Jerónimo.
Foto: Jorge Sánchez Hernández
Allí se involucró en las labores de la cocina y llevó su genialidad hasta esos lugares, pues su hambre de conocimiento la llevó a querer aprender todo lo que pudiera.
Para Sor Juana, la comida, al igual que la poesía y la música, debía tener equilibrio y armonía.
En su Respuesta a Sor Filotea se puede leer:
“¿Pues qué os pudiera contar, señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Ver que un huevo se une y fríe en la manteca o aceite y, por el contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no. Por no cansarnos de tales frialdades, que sólo refiero para daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa, pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.” (De la Cruz, 1979, p. 74)*
Entre las labores que le fueron encomendadas en el convento figuraba la de preservar la memoria gastronómica del convento de San Jerónimo.
En su compendio convergen recetas de las cocinas indígena, rica en ingredientes y la española, aderezada con especias de África y Asia.
Foto: Jorge Sánchez Hernández
Así pues, Sor Juana hizo uso del conocimiento sobre esa mezcla de recursos culinarios y dejó un libro de recetas que, según historiadores, se encontró dividido en dos tomos: Postres Novohispanos y Guisados.
Se cree que la mayoría de estas recetas son transcripciones de las que se preparaban en el convento, pero no se descarta el hecho de que en varias vaya impresa la aportación personal de Sor Juana.
Clemole de Oaxaca, tetlomole, manchamanteles, jericayas, buñuelos, ante de mamey, torta de arroz, entre muchos otros platillos figuran en el legado culinario que nos dejó esta extraordinaria escritora mexicana.
*De la Cruz, S.J.I. (1979). Respuesta a Sor Filotea. Barcelona: Ed. Grupo Feminista de Cultura, Laertes.
Aprovecha el tiempo que te brinda la cuarentena y cocina algo muy al estilo Sor Juana Inés de la Cruz.