Gran parte del mundo identifica al pintor estadounidense Kehinde Wiley por sus retratos que muestran a personas de color en pinturas clásicas europeas o por el famosísimo retrato que hizo de Barack Obama como Presidente de los Estados Unidos.
Debido a esto, Wiley cuenta con un estilo algo fantasioso que es fácil de identificar y que le ha abierto las puertas en diversas partes del mundo para dar a conocer su trabajo y visión.
En esta ocasión el artista exhibe The Prelude en la National Gallery, muestra donde cuestiona la propiedad de paisajes tradicionales y parte de la historia del arte.
En esta exhibición, como en gran parte de sus obras, lo que Wiley hace es que eleva, de una forma realmente asombrosa, a negros del siglo XXI al ubicarlos en famosas escenas que diversos pintores de renombre crearon a través de los años como Hans Holbein y Jean-Auguste-Dominique Ingres.
De una forma súper ingeniosa, Kehinde Wiley cuestiona, a través de pedazos de la historia del arte, lo que es bello y lo que es políticamente correcto.
Un ejemplo de esto es el cómo este artista estadounidense, de tan solo 44 años, ha introducido a un joven senegalés con un abrigo largo en una pintura de Caspar David Friedrich.
En la obra original un elegante hombre blanco mira al horizonte, pero en su reinterpretación el protagonista resulta ser un vagabundo y eso pone a pensar al espectador sobre si realmente esta escena puede ser considerada como romántica.
Cabe resaltar que todas las pinturas de Wiley están elaboradas a partir de tomas digitales, así que cada milímetro de cada pieza es sumamente cuidado.
Otra pieza que por muchos es considerado como la joya de la corona de esta muestra es una película que llevó a cabo y ahora proyecta en seis pantallas de la National Gallery.
Para poder llevar a cabo dicha pieza, Wiley trasladó a un grupo de negros británicos a los helados páramos de Noruega en pleno invierno.
Su cámara muestra a los protagonistas de pie, asombrados, ante los fiordos glaciares y montañas que desaparecen dentro de nieblas heladas. En dicho filme un hombre mayor, vestido elegantemente, se abre camino a través de la nieve.
Algunas de las escenas son tan concisas como un haiku y Kehinde Wiley se centra en las personas negras (y todas las emociones que transmiten) al estar en un desierto blanco, que el propio artista ve como una especie de jaula.