La Viena de finales del siglo XIX e inicios del XX era una de las ciudades más importantes e influyentes del mundo. De allí surgieron los Talleres Vieneses, mejor connocidos como Wiener Werkstätte.
Fundados en 1903 por Josef Hoffmann y Koloman Moser, con el apoyo del empresario Fritz Wärndorfer, fue una agrupación constituida por artistas visuales, arquitectos y diseñadores que sentó las bases del movimiento moderno, y del racionalismo-funcionalismo actual.
Dedicada a la producción de diferentes bienes de consumo y diseños arquitectónicos, la asociación convivía con el art nouveau y mantuvo abiertas sus puertas hasta 1932, con tres lugares de venta en Nueva York, Zúrich y en Berlín.
El colectivo Wiener Werkstätte recurrió a procedimientos de fabricación fundamentalmente artesanales, hechos con materiales de primera calidad, lo que encareció considerablemente el precio de los productos; sin embargo, la empresa fue un modelo en cuanto al trato que brindaba a sus trabajadores.
Entre sus objetivos relucía impregnar la vida cotidiana con objetos de alta calidad estética y artística, así como apegarse a la idea de la obra de arte total al incluir todas las disciplinas artísticas.
Ideados como un contrapeso a la corriente del historicismo, que simulaba los estilos pasados, los talleres desarrollaron un lenguaje artístico que destacó por su sencillez, utilidad y elegancia.
Pese a abrir sus puertas durante 30 años, la empresa padeció constantes problemas financieros, y a raíz de la crisis económica, tuvo que declararse en quiebra hacia 1926 y disolverse seis años más tarde.