El artista ruso Georgy Kurasov crea retratos abstractos de mujeres que vibran con energía y color, y el resultado son imágenes dinámicas que evocan imágenes vistas como a través de un caleidoscopio, ya que cada figura de rostro frío es construido con un grupo de formas geométricas saturadas.
Kursaov, quien nació en 1958 en la URSS, en lo que entonces era Leningrado (en la actualidad, San Petersburgo), fue diagnosticado tempranamente con daltonismo, por lo que inició tomando sus primeros pasos artísticos modelando cosas en plastilina y dibujando en enormes alféizares de madera, no tanto por pasatiempos sino como compensación al minimalismo gris de la vida cotidiana.
A los 13 años, animado por la facilidad con la que desarrollaba sus habilidades, asistió a una entrevista en la escuela de artes de su localidad que culminó con una invitación del consejo para que se dedicara al departamento de escultura de tiempo completo, un lugar de pasillos sombríos, estrechos y abovedados, y con enormes estudios mugrientos y fríos habitados por los fantasmas de cientos de maestros que los recorrieron por generaciones.
Fuente: World Virtual Museum
De este modo, por su falta total del sentido del color, la pintura parecía un mundo alejado, tuvo que motivarse a encontrar encanto en la ausencia de luz y la forma de los colores vivos.
En pleno 1977, durante el apogeo de su tiempo en la academia, lo que muchos colegas consideraron sus mejores años, donde pintó prolíficamente a pesar de los retos con la percepción de colores, además conoció a su esposa, Zina, quien llegaría a ocupar todo su espacio, tanto físico, en su vida, como creativo, en sus obras.
Durante los siguientes casi diez años, Kurasov se movió entre círculos intelectuales y se codeó con talentosos artistas jóvenes mientras se consideraba libre.
Después de graduarse, Georgy se vio obligado a servir en el ejército, pero tuvo la suerte de ser nombrado Artista de la Corte de su general, por lo que en 1984, habiendo cumplido con sus deberes militares, se le concedió el estatus de civil.
Sin embargo, con los años de Gorbachov azotando a toda la zona, su país falló en proporcionar un terreno fértil para el desarrollo artístico, por lo que Kurasov luchó contra la escasez de alimentos, los disturbios políticos y la agitación social, que retrasó sus obras, pero influyó determinantemente en las mismas.
Reconociendo que estaba muy complicado solventar su vida vendiendo su arte, comenzó a considerar pequeñas galerías pero extranjeras, y en 1993, su obras finalmente consiguieron exhibirse por primera vez en los Estados Unidos, consiguiendo el ansiado reconocimiento internacional que tanto buscó.
Fuente: World Virtual Museum
A la par de esta expansión, aunque algunos llegaron a confundir su estilo con el cubismo, el artista en realidad argumenta una adhición a la filosofía y a la estética del neoconstructivismo, un movimiento que se originó en Europa del Este y hace énfasis en una geometría poco ortodoxa, o sea líneas que se cruzan y la libertad de expresión.
De manera similar, Kurasov utiliza principios neoconstructivistas en sus pinturas representando a hombres y mujeres en forma fragmentada. Este enfoque no solo distorsiona los cuerpos de su sujeto en proporciones extremas, también crea una sensación surrealista de espacio. Las tajadas de diferentes colores construyen una perspectiva deformada en la que los objetos se aplanan hasta parecer bidimensional. En conjunto, estos detalles hacen que sus pinturas sean una experiencia fascinante.
Han pasado muchos años desde que Georgy Kurasov abandonó el mundo de la escultura en Rusia y tuvo que buscar sus raíces en otras parte, por lo que los estadounidenses ven a Georgy como un artista ruso, y los rusos lo ven como un artista estadounidense, así como los pintores creen que es escultor, y los escultores están seguros de que es pintor.
Al final, esa búsqueda estética que lo hace llegar hasta a una especie de cubismo inspirado en el Art Deco, con matices que provienen de niveles mucho más profundos de la historia de la pintura, de los mosaicos bizantinos, de los iconos rusos o de las pinturas del Renacimiento, es lo que más atrae de su obra, con lo que se ha vuelto un pintor con una existencia al límite.