Desde finales de la década de 1980, el artista japonés Tatsuo Miyajima se ha especializado en crear instalaciones y esculturas con circuitos eléctricos, videos y computadoras, además de contadores digitales de diodos emisores de luz (LED), para explorar las nociones filosóficas del tiempo, la eternidad, la vida y la muerte a través de la luz y los números.
Los ciclos de números del uno al nueve, corriendo en el patrón continuo y repetitivo no secuencial, representan en la obra de Miyajima el viaje de la vida a la muerte.
El artista contemporáneo es conocido internacionalmente por explorar las enseñanzas budistas a través de innovadoras instalaciones tecnológicas.
Su historia con los contadores de números empezó desde 1968 tras haber cursado finalizado su maestría en la Universidad de las Artes de Tokio, lo que le ha permitido jugar a través de los años con dicho concepto.
Keep Changing (Mondrian). Tatsuo Miyajima. Fuente: STIR
Desde entonces, estos contadores se han convertido en un elemento constante (e indispensable) de su trabajo.
A través de la pintura, la instalación, la escultura, el dibujo, la performance y el video, el trabajo de Tatsuo Miyajima está unido por una obsesión con los números digitales que se ven en las calculadoras y relojes.
Tatsuo Miyajima se encuentra, por decir a grandes rasgos, filosóficamente interesado en el salto cuántico que ocurre cuando un reloj digital avanza.
No es el tiempo del reloj lo que a este artista le interesa, sino algo más personal: el tipo de tiempo que cambia debido a la conciencia y conocimiento con la que cuenta cada persona.
Samsara, 2022. Tatsuo Miyajima. Fuente: Tatsuo Miyajima Website
Parpadeando, aunque no siempre secuencialmente, a través de los números del uno al nueve, los contadores LED en las instalaciones de luces de Miyajima no evocan horas sino etapas en el viaje de la vida.
En lugar de mostrar 0, el contador se oscurece para representar una pausa similar a la muerte antes de repetir el ciclo, una alusión a las filosofías budistas de la vida, la muerte y la eternidad.
Debido a esto resulta fascinante (y una verdadera genialidad) que en cada obra de este genio japonés, cada contador representa la esencia de la vida y, en consecuencia, cada uno sigue un ritmo y velocidad diferente.