El escultor mexicano Ignacio Asúnsolo nació el 15 de marzo de 1890 en la Hacienda de San Juan Bautista, ubicada en el estado de Durango.
Hijo de Fernando Asúnsolo y Carmen M. Bustamante vivió en plena juventud la Revolución Mexicana, movimiento que lo marcó profundamente y al que se unió por un lapso de 5 años.
A pocos días de haber nacido, su familia se instaló en Hidalgo del Parral Chihuahua.
Desde los 6 años de edad comenzó a modelar en barro, imitando a su madre, quien lo hacía con destreza y placer.
En 1904 ingresó al Instituto Científico Literario en la Ciudad de Chihuahua, donde tomó sus primeras lecciones de escultura con el italiano Pellegrini.
A los 18 años, es decir, en 1908, ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Ciudad de México. Ahí tuvo grandes maestros como Arnulfo Domínguez Bello, José María Velasco, Leandro Izaguirre y Enrique Guerra.
Sus estudios los concluyó en 1913, año en el que se presentó en la Exposición de Arte Mexicano con su obra El ídolo roto, expresando el dramatismo de aquella época, lo que le otorgó su primer medalla.
En 1919 viajó a París gracias a la beca que le dio el Gobierno mexicano para perfeccionar sus estudios artísticos, así que ingresó al L'école des Beaux-Arts, en donde conoció a grandes escultores como Aristide de Marjorie, Charles Montesquieu y Antoine Bourdelle, de quien recibió una fuerte influencia.
En 1921 regresó a México, donde comenzó una productiva carrera como maestro y artista usando un naturalismo académico en monumentos oficiales públicos de inspiración nacionalista.
José Vasconcelos, en ese entonces Secretario de Educación Pública, le encomendó la elaboración de las esculturas de Justo Sierra y Sor Juana Inés de la Cruz para ser colocadas en los nichos del patio principal de dicha secretaría.
Rápidamente su reputación creció y poco tiempo empezó a trabajar en el que fue su primer monumento público a la intemperie: el Monumento a los Niños Héroes en la terraza poniente del Castillo de Chapultepec.
El tema exigía un sello mexicanista y Asúnsolo pudo lograrlo con elegancia y sobriedad.
Los dos últimos monumentos en los que trabajó fueron la neoclásica estatua ecuestre de Ignacio Zaragoza y la gran figura de Cuitláhuac, a la que le imprimió la característica de ser figura mística antes que heroica.
Incontables son sus bocetos, dibujos, retratos y estatuas. Muchos de ellos en exhibición permanente en museos del país, de Estados Unidos y de Europa.
Asúnsolo tiene en México mucha obra y en Chihuahua se encuentra, solo por mencionar algunos, la escultura ecuestre dedicada a la División del Norte y en Durango hay una escultura que es el Guardián de la Patria.
Por su impresionante trabajo Igancio Asúnsolo se convirtió en el precursor de la escultura moderna en México y formó varias generaciones de escultores.