Influenciado por los móviles compuestos por elementos encadenados de Alexander Calder y las pinturas abstractas de David Smith, a mediados de la década de 1930 irrumpió George Rickey a la escena artística.
Nacido en en South Bend, Indiana, a mediados de 1907, hijo de un ingeniero con un título del MIT y nieto de un relojero, desde muy temprana edad se aventuró en el conocimiento por la ingeniería y el retoque, aunque posteriormente la abandonó para dedicarse al estudio del arte y trabajar como pintor, aunque más adelante estas dos disciplinas se fusionarían perfectamente para definir aún más el legado de George Rickey.
Cuando la Segunda Guerra Mundial irrumpió, el haber trabajado como ingeniero en el Cuerpo Aéreo del Ejército de los Estados Unidos reavivó los intereses de la infancia y comenzó sus primeros móviles sencillos, y así, hacia finales de la década de 1940, se volcó hacia la escultura cinética, la forma de arte que le permitió unir su facilidad natural para la ingeniería con su sensibilidad poética.
A la postre, su trabajo evolucionó hacia un vocabulario de formas geométricas elegantes aunque simplificadas que se mueven con el viento a intervalos impredecible presentes en los museos más importantes de Japón, Nueva Zelanda, Alemania, y Estados Unidos.
"Conversation", (1999), Ludwigshafen am Rhein, Alemania. Fuente: Snite Museum of Art.
"Six Lines in a T", (1966–79), Fuente: Estate of George Rickey.
En 1951, la primera escultura de George Rickey se presentó en el Metropolitan Museum of Art, en la muestra colectiva American Sculpture, y desde entonces hasta su muerte en 2002, sus trabajos como Six Lines in a T, Two Planes Vertical-Horizontal II, Nebula III, Five Open Squares Gyratory Gyratory, Spruce V, y Conversation, entre algunas otras más, mantienen a George Rickey como pionero de la corriente cinético, incluso como uno de los máximos exponentes de los principios constructivistas de la ingeniería geométrica.
Cluster of Four Cubes, (1992). Fuente: George Rickey and Patrons' Permanent Fund.
Sus esculturas, calibradas sensiblemente para que se muevan con la más mínima brisa, transformando continuamente la configuración de la pieza, siguen definiendo a Rickey como un maestro de la estética, y uno de los nombres del arte más importantes de la época de la posguerra.