La riqueza cultural de Afganistán se encuentra en peligro debido a que los talibanes lograron hacerse de Kabul, su capital.
Ha sido tal el caos en esta ciudad que arqueólogos y expertos en materia de arte tuvieron que improvisar para asegurar yacimientos y miles de piezas de arte, pues saben que si llegan a caer en sus manos lo más probable es que no tengan futuro alguno.
Afganistán cuenta con una gran riqueza arqueológica y cultural debido a que fue un importante cruce de caminos durante milenios.
Desde este punto del mundo, el budismo se extendió a China, mientras que el zoroastrismo, el cristianismo, el judaísmo y el hinduismo florecieron antes de la llegada del Islam en el siglo VII.
Literalmente Afganistán resguarda miles de años de historia y piezas de arte, pues sus monasterios y caravanasares alojaron a cientos de viajares, incluyendo a Marco Polo en su camino a la corte de Kublai Khan.
Probablemente te estarás preguntando qué tiene que ver el Talibán con el arte si su objetivo era el de tomar su control y y lo lograron.
Bueno, es importante que sepas que las alertas se dispararon debido a que los talibanes siguen una versión extremista del Islam que rechaza las representaciones de personas o animales y mira con recelo el pasado preislámico.
Debido a esto en 2001, en una anterior toma, los talibanes destrozaron los famosos budas de Bamiyan, así como otros objetos y estatuas del Museo de Kabul.
Precisamente por esto Mohammad Fahim Rahimi, Director del Museo Nacional de Afganistán, lanzó una alerta al mundo debido a que más de 80 mil piezas de arte están en peligro de ser destruidas o dañadas, lo que representaría una inmensa pérdida de patrimonio cultural para la humanidad.
Antes de la toma de Kabul, los talibanes ya controlaban Mes Aynak, uno de los monasterios budistas más importantes de Asia. Además de las estupas y estatuas que hay (o había) en este lugar, más de 10 mil objetos habían sido encontrados en el yacimiento.
Los talibanes también ya controlaban el museo de la ciudadela de Herat y colecciones de arte más pequeñas en las ciudades de Kandahar, Ghazni y Balj.
El futuro de todo estos tesoros es incierto y lo único que queda es esperar para saber si donde fueron escondidos, y que los expertos mantienen en total secreto, resiste los embates de los talibanes.
Conoce el infierno desde las plumas de dos escritoras afganas
Zarifa Pirzad, autora de varios libros, es parte de los cientos de artistas que han dejado un país devastado por la guerra para escapar de la militancia y que ha decidido vivir en Alemania desde hace 9 años.
La escritora refleja en sus libros la pesadilla que vivieron ella y miles de compatriotas y para revelar el calvario que los afganos sufren a manos de redes terroristas, grupos militantes y facciones en pugna.
Entre los libros escritos por Pirzad para reflejar la desdicha de su país y su pueblo se encuentran títulos populares como Shabah-e-Marg (La Sombra de la muerte), Hawades-e-Nagowar (Sucesos desagradables) y Man-o-Tanhaye (Yo y mi soledad).
Al igual que otros millones de afganos, Pirzad pagó el enorme precio de la guerra en el país que la ha separado de varios de los seres más cercanos y más queridos para ella, incluyendo a su esposo, su madre y su hermana.
Zafira Pirzad perdió a su esposo y a su hija debido a un cohete lanzado por grupos en disputa a su departamento en Kabul durante las luchas de facciones en la década de los 90.
Otra mujer que narra los horrores del régimen talibán es Nadia Ghulam, escritora y defensora de los derechos humanos.
Nadia nació en 1985 en Kabul y cuando tenía aproximadamente 8 años su casa fue bombardeada durante la guerra civil.
Debido a esto pasó seis meses en el hospital, con heridas muy graves y el rostro desfigurado. Al cumplir los 11 años, con el régimen talibán ya instaurado, decidió adoptar la identidad de su hermano, muerto en la guerra.
Debido a que las mujeres no podían salir de casa sin compañía masculina, ni les estaba permitido trabajar y su familia debía de comer, Nadia decidió vivir como hombre durante una década y realizar diferentes trabajos, tapando su cuerpo con ropas amplias.
Tras diez años ocultando su verdadera identidad, llegó a Barcelona, con 21 años, de la mano de una ONG, para ser sometida a una serie de operaciones de reconstrucción del rostro.
En 2010 decidió dar conocer su historia publicando el libro El secreto de mi turbante, obra traducida a varios idiomas y que le provocó problemas con el régimen talibán.
A partir de ese momento empezó a escribir más libros y se han hecho varios documentales sobre su vida.