La famosa Royal Collection, de la que la Reina Isabel II de Inglaterra fue salvaguardia por más de siete décadas, es considerada la colección de arte privada más grande del mundo y contiene aproximadamente un millón de objetos.
Con el anuncio de la muerte de la Reina Isabel II en Escocia surgen dudas sobre el destino de la tan famosa y cotizada colección integrada por más de 7 mil pinturas, unas 30 mil acuarelas y dibujos e incontables fotografías, tapices, muebles, cerámicas, vehículos y, por supuesto, las joyas de la corona británica.
Esta gran colección se pudo formar gracias a que durante el transcurso de varios siglos los monarcas británicos fueron sumando piezas a la misma, por lo que ponerle precio a la misma resulta casi imposible.
Algo que resulta sumamente interesante subrayar es que durante los siglos XVIII y XIX, mientras la mayoría de las colecciones de arte reales de Europa, desde Francia y España a Dinamarca y Holanda, pasaron al estado para convertirse en los cimientos de sus futuras galerías nacionales, la familia real británica logró mantener en su poder su arte.
De acuerdo con la página oficial de la Royal Collection, esta colección se encontraba bajo el fideicomiso de la Reina como soberana para sus sucesores y la nación. Por lo tanto, no era de su propiedad, pero sí era su responsabilidad el cuidarla.
Por lo tanto, ante la muerte de la soberana dicha colección no se puede vender ni dividir y su hijo Carlos como nuevo Rey y Jefe de Estado tendrá que darle el debido mantenimiento.
Otro dato sumamente interesante sobre la Royal Collection es que, aunque es deber de la monarquía salvaguardarla, sus miembros no tienen ninguna obligación de hacerla pública, así que la pueden repartir en los 15 castillos y palacios con los que cuentan.
Como es imposible hablar de todas las obras de esta impactante colección de arte, en FAHRENHEIT° decidimos seleccionar cinco de las más importantes y cómo es que llegaron hasta ahí.
Dama al virginal y caballero, de Johannes Vermeer
Esta pintura fue adquirida por el Rey Jorge III en 1762 y es uno de los 36 óleos atribuidos a Vermeer. Por existir tan pocas pinturas de este artista esto la hace extremadamente valiosa.
Autorretrato de Peter Paul Rubens
En este autorretrato de Rubens, que se cree que fue un regalo para el futuro Rey Carlos I con el fin de establecer sus credenciales como pintor, el artista trató de demostrar su gran habilidad técnica.
Retrato de Agatha Bas, de Rembrandt van Rijn
Este retrato de Agatha Bas, característico del estilo más suave y temprano de Rembrandt, es extraordinariamente realista. La atención que Rembrandt puso a los detalles y la adición de un marco de ébano dentro de la pintura, hacen que parezca que laprotagonista está a punto de salir de la imagen y entrar en la habitación.
La Pittura, de Artemisia Gentileschi
Existen muy pocas imágenes de la famosa pintora del siglo XVII, Artemisia Gentileschi, quien en esta obra muestra una notable habilidad técnica ya que el ángulo en el que posa la propia artista resulta realmente difícil de capturar.
Se cree que esta pintura se realizó cuando el Rey Carlos I invitó a Artemisia en 1638 a unirse a su padre, Orazio Gentileschi, para pintar en Inglaterra, y poco después ingresó a la Royal Collection.
Cristo sanando al paralítico, de Anthony van Dyck
Anthony van Dyck era uno de los favoritos del Rey Carlos I, pero esta pintura se completó en sus primeros años, probablemente bajo la supervisión de Peter Paul Rubens.
La intensa y dramática escena está diseñada para ser leída de izquierda a derecha (algo que los espectadores del siglo XVII habrían hecho automáticamente) y representa a Cristo curando a un pobre paralítico, observado del lado derecho por uno de sus discípulos. El uso de la luz y la oscuridad refleja nociones de santidad y estatus.