El espíritu de conciliación universal entre todas las culturas del mundo halló cauce en los lienzos de Mark Tobey, quien hizo del expresionismo abstracto y los pinceles su arma creativa.
Fundador de la Escuela del Noroeste junto a Guy Anderson, Kenneth Callahan, Morris Graves y Willem De Kooning, Tobey nació el 11 de diciembre de 1890 en Wisconsin.
Es considerado uno de los pintores místicos del Noroeste con mayor relevancia e impacto, y su obra sentó las bases de la pintura abstracta norteamericana.
Se interesó por las culturas, las formas artísticas de otros continentes, la caligrafía oriental y la religión persa Baha’i, mediante la cual empatizó con la defensa de la unidad de todas las religiones y la fraternidad universal; desde entonces, la espiritualidad fue piedra angular en su creación.
Alumno del Instituto de Arte de Chicago entre 1906 y 1908, incursionó en el mundo laboral como retratista en una casa de modas y como ilustrador en Vogue y el New York Times. Hacia 1917 inauguró su primera exposición individual en la galería M. Knoedler & C. de Nueva York.
A partir de 1925, tras ser profesor de la Cornish School y visitar París, se volvió ciudadano del mundo y viajó por Asia, Europa y México.
De acuerdo al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza: “Esta experiencia sería determinante en su visión de la pintura y daría lugar a su técnica de white writing, mediante la que aplicaba pinceladas de reminiscencias caligráficas a un fondo coloreado”.
Alcanzó gran relevancia en Estados Unidos y Europa, en donde recibió el Premio Internacional de Pintura de la Biennale de Venecia en 1958.
A partir de 1960, animado por el coleccionista de arte Ernst Beyeler, radicó en la ciudad suiza de Basilea hasta su muerte, el 24 de abril de 1976.
Mark Tobey también es conocido como “el viejo maestro de la joven pintura estadounidense”, y la atemporalidad de su obra lo avala.